Page 3 - 5- La RAE y el rechazo al lenguaje inclusivo
P. 3

mujeres nos cuesta incluirnos cuando hablamos de nosotras
mismas: decimos “uno” en vez de “una” y “nosotros” en lugar
de “nosotras”.
Si el genérico es masculino es porque, sabemos, así como las
mujeres fuimos históricamente oprimidas, los varones fueron
históricamente los opresores y esto no podemos separarlo de
cómo construimos el lenguaje todos los días. Rocío Piñeiro,
sobre el lenguaje inclusivo, escribe: “Hay una relación indiso-
luble entre la imposición del masculino genérico como norma
lingüística y la dominación masculina que reproduce las rela-
ciones de poder entre los géneros en los niveles social, cultu-
ral, económico y político”.
En estos últimos años presenciamos cambios en el paradigma
y el imaginario social acerca del género y la situación que vi-
vimos las mujeres. Son pequeños avances y logros después de
años de lucha que empezaron, como suele decirse, “las brujas
que no pudieron quemar”, siglos antes de que naciéramos. En-
tonces, ¿por qué hay tanta resistencia a utilizar el femenino?
Si logramos un avance en la concientización sobre la desigual-
dad de género en nuestra sociedad, ¿por qué no permitirnos
modificar el lenguaje que utilizamos?
Esta intransigencia en el nivel del discurso y las palabras hace
parecer que el lenguaje fuera algo estático, imposible de cam-
biar. Al respecto, la periodista Paula Giménez explica que hay
tres posturas principales en relación a este tema: primero, que
así como la cultura cambia, también lo hace nuestra manera
de comunicarnos, entonces no hace falta cambiar el idioma
porque cambiará cuando la cultura también lo haga. Segundo,
que la historia la escribe quien gana, así que hay que empezar
a visibilizar una sociedad con más apertura sexual y diversi-
dad. Y por último, el idioma no es machista o feminista; lo es
sólo en la manera de utilizarlo (Giménez, 2018).
De este modo, si tomamos la primera cuestión mencionada
por Giménez, a medida que estamos observando cambios en
la sociedad y en nuestra manera de vivir, de a poco empeza-
remos a ver modificaciones en cómo escribimos, cómo habla-
mos y cómo nos referimos al otro o a la otra. Pero si vemos que
aún hay quienes se oponen a hacer las oraciones más largas y a
agregar un “/as” cuando redactan, resulta interesante indagar
por qué toman esta decisión que, dicho sea de paso, es política.

                                                         APRENDER A ESCRIBIR | 27
   1   2   3   4   5   6   7