Teórico n° 2 – Desde Filípides hasta hoy

Hoy vamos a tener nuestra segunda clase de atletismo, dedicada a las carreras de larga distancia, nuevamente con un texto de David Epstein.

“En la resurrección moderna de ellos [los Juegos Olímpicos] hay una cosa curiosa que notar. Tal vez el acontecimiento más importante y ciertamente el más pintoresco es la carrera de Maratón”, escriben John Kieran y Arthur Daley, en Historia de los Juegos Olímpicos. Y de ese tema vamos a hablar en esta clase, para la que encargamos la lectura de un nuevo capítulo del libro El gen deportivo de David Epstein, que está disponible EN ESTE LINK. Y daremos inicio a la misma con el siguiente video.

La historia que habría dado origen a la emblemática prueba data del año 490 antes de Cristo, cuando el soldado griego Filípides corrió de la ciudad de Maratón hasta Atenas para llevar la noticia de la victoria en una batalla. “La gesta de Filípides no era muy real, pero nadie puede dudar que era atractiva”, opinan los españoles César Fernández Buitrón y Carlos del Riego Gordón en el libro Citius, altius, fortius. Las olimpíadas y sus mitos. Y por ello cuando le llevaron la propuesta al barón Pierre de Coubertin, “al propulsor de los Juegos la ida le pareció bien”. Y la maratón nació en la primera edición de los Juegos Olímpicos de la era moderna, Atenas 1896.

Aquella prueba fue ganada por el griego Spiridon Louis, que unió las ciudades de Maratón con Atenas el 10 de abril, en un tiempo de 2h58m50s. De acuerdo con el sitio Olympedia, esa primera experiencia tuvo una extensión cercana a los 40 kilómetros -24,85 millas-. La de París 1900, 40,260 kilómetros, ida y vuelta. Y la de Saint Louis 1904, 40 kilómetros, punto a punto.

En Londres 1908 nació la actual extensión de los 42,195 kilómetros, que recién en los Juegos de 1924 serán incorporados como distancia oficial. Siempre de acuerdo con Olympedia, en Estocolmo 1912 se corrieron 40,200 kilómetros y en Amberes 1920, 42,750 kilómetros, ida y vuelta. Y el dato es que Pierre de Coubertin tenía sus dudas de que los hombres fueran capaces de completar la prueba, aunque nueve griegos y un húngaro despejaron la incógnita en 1896. Y más de un siglo después, la ciencia dio su propia explicación respecto a las carreras de larga distancia.

“En 2004 se publicó en la portada de la revista Nature un artículo, ahora famoso, escrito por dos antropólogos evolutivos, Dennis Bramble y Dan Lieberman, titulado ‘Endurance Running and the Evolution of Homo’ (‘Las carreras de resistencia y la evolución de los homínidos’). Su tesis principal era revolucionaria: los seres humanos evolucionaron como lo hicieron porque eran expertos en caza por persistencia, y perseguían a sus presas durante kilómetros y kilómetros”, introduce el tema Ed Caesar en “Dos horas”. Y van un par de párrafos:

“A esta idea -conocida como la teoría del ‘Hombre Corredor’- se le ha dado mucho pábulo, en particular en ‘Nacidos para correr’, el popular libro de Christopher McDougall […] En la teoría del ‘Hombre Corredor’, varios indicadores evolutivos parecen apuntar a nuestro desarrollo como cazadores por persistencia. Por ejemplo […] podemos mantener la cabeza inmóvil a altas velocidades, gracias al ligamento de la nuca en la base del cráneo. También poseemos potentes músculos en los glúteos para impulsar las piernas y contrapesar nuestro pesado torso. En los pies y los tobillos tenemos los resortes de los tendones y ligamentos que necesitamos para correr. Nuestra cintura estrecha permite que los brazos y piernas oscilen en línea recta. Y, lo que es más importante, sudamos. Nuestro cuerpo es capaz de refrigerarse, lo que nos permite atrapar a un cuadrúpedo peludo y comérnoslo para cenar”. Un capítulo del libro de McDougall se puede leer en ESTE LINK.

Adharanand Finn, en su libro “Correr con los keniatas”, también toma esta teoría. “McDougall habla de una teoría desarrollada por científicos de Harvard, según la cual los humanos evolucionamos como lo hicimos en parte porque para cazar perseguíamos animales que corrían por la superficie. Mientras que somos dolorosamente lentos en el sprint […] en las distancias largas somos los campeones olímpicos del reino animal”, dice.

McDougall y Finn defienden el concepto de que los humanos nacimos para recorrer largas distancias, e incluso defiende el hecho de correr descalzos. Y esa teoría parece comprobarse con el caso de un corredor etíope: el 7 de agosto de 1932, el día que Juan Carlos Zabala ganó el maratón de Los Ángeles, nació Abebe Bikila. Y el 10 de septiembre se cumplieron 60 años del triunfo de Bikila en el maratón de Roma 1960, con un tiempo de 2h15m16s y descalzo. Eso sí, cuatro años más tarde volvió a consagrarse campeón olímpico en Tokio: 2h12m11s, con zapatillas.

Para profundizar sobre el tema, Finn consultó a Lee Saxby, experto en biomecánica: “Un corredor de élite no puede permitirse el lujo de lesionarse al pisar una piedra puntiaguda -contesta-. Pero llevan zapatillas planas. De las que no llevan amortiguación ni estabilizadores. Con esas se puede correr con el mismo estilo que si fueras descalzo. No te obligan a aterrizar primero con el talón, como la mayor parte de zapatillas”.

Y retoma Finn: “Con las zapatillas puestas tenemos una falsa sensación de seguridad y nos parece que podemos golpear el pavimento con tanta fuerza como queramos. Pero el impacto provocado al apoyar primero el talón no deja de ascender por las piernas y sacudir las rodillas, las caderas y la espalda por mucha amortiguación que lleves en la suela […] Sin zapatillas, en cambio, te ves obligado a pisar con levedad, con suaves saltitos sobre el suelo. Es lo que hace tu cuerpo de manera natural”.

Para el maratón ya no son los tiempos en los que ganaban la prueba olímpica los argentinos Juan Carlos Zabala o Delfo Cabrera, en la primera mitad del Siglo XX. Y si bien justamente los Juegos no son la mejor vidriera para los corredores de los 42,195, los últimos campeones olímpicos fueron del África Oriental: Sammy Wanjiru, de Kenia, en 2008; Stephen Kiprotich, de Uganda, en 2012 -plata y bronce para keniatas-; Eliud Kipchoge, de Kenia, en 2016 y en 2020+1.

Kipchoge es además el dueño del récord mundial: 2h01m39s en Berlín 2018. Y quienes lo acompañaron en el podio olímpico de Tokio fueron Abdi Nageeye y Bashir Abdi, que representaron a los Pasíses Bajos y a Bélgica, pero que nacieron en Somalia. Y que son parte de un fenómeno de estos tiempos: son muchos los países que recurren a africanos nacionalizados para mejorar las actuaciones de sus equipos de atletismo.

A julio de 2023, los 10 mejores registros históricos de maratón corresponden a keniatas y a etíopes. Entre los 100 primeros registros solo 5 no corresponden a nacidos en el llamado “Cuerno de África”. Entre las mujeres, la excepción que confirma la regla es la británica Paula Radcliffe, dueña del cuarto puesto entre los mejores registros de la historia y única en el Top 20 que no nació en Kenia ni en Etiopía.

Finn se trasladó a Kenia junto a su familia para descubrir “los extraordinarios secretos de los mejores corredores del mundo”. Y en el libro concluye que no hay un “secreto” único, sino una serie de factores. “Es así de simple: los keniatas son los mejores corredores de la Tierra. Si tenemos en cuenta que correr, y sobre todo en distancias largas, es el deporte más común en todo el mundo, el más universal y accesible, resulta llamativo que un rinconcito del mundo pueda establecer semejante dominio”.

“Cada vez que identificamos una razón para explicar el éxito de Kenia”, sigue Finn, “vemos que los keniatas viven unas infancias increíblemente activas, y en Occidente nos hemos vuelto más sedentarios que nunca. Un estudio reciente de la Universidad de Essex descubrió que incluso en los últimos diez años el inglés medio a los 10 años es más débil, menos muscular y está menos capacitado para el desarrollo de tareas físicas sencillas”.

¿Cuándo dejó de correr el ser humano? Una respuesta podría ser aquella que ensayan Martín De Ambrosio y Alfredo Ves Losada en Por qué corremos. Las causas científicas del furor de las maratones. “Cuando el cerebro le ganó al cuerpo corredor y fue más conveniente domar otras especies, se dejó de perseguir animales hasta que cayeran exhaustos (pero tal cosa implica agricultura y ganadería, y en términos evolutivos no hace tanto de eso)”.

Salteando varios de esos secretos, en el tramo final del libro consigna: “Lo que intriga a tantos científicos es el hecho de que la mayor parte de los corredores de élite keniatas proceda de un grupo étnico en particular, los kalenjin. El atletismo de larga distancia es uno de los deportes con mayor participación popular del mundo y los kalenjin tan solo suman el 0,06% de la población global. Es un dominio tan avasallador, tan llamativo entre los registros de todos los deportes, que la mayoría de la gente, sobre todo los observadores casuales, se limitarán a alzar las manos y decir: tiene que estar en los genes”.

Pero aún no existe evidencia científica que demuestre que los kalenjin son los mejores, genéticamente hablando, para los maratones. “La presunción de la existencia de una ventaja genética, además, supone una reducción del increíble logro de los atletas keniatas”. De ahí que resulta más que interesante repasar algunos de los secretos que fue develando Finn: “Como se crían corriendo descalzos, los keniatas tienen un estilo de zancada completamente distinto. En vez de apoyar primero el talón, aterrizan sobre la parte delantera del pie. Eso no solo reduce el riesgo de lesiones, sino que contribuye a facilitar una manera de correr más eficaz”.

Desde niños los keniatas recorren largas distancias descalzos, por ejemplo, para ir al colegio. “No solo empiezan a entrenar desde muy temprana edad, sino que lo hacen a gran altitud. Hay un amplio consenso científico en torno a la idea de que el entrenamiento en altitud ayuda a los atletas de pruebas de resistencia a correr más rápido porque aumenta la capacidad de la sangre para transportar oxígeno a todo el cuerpo”, agrega Finn. Siguiendo esa estrategia, en Argentina cada vez se hace más común que atletas de nuestro países elijan entrenar en Cachi (Salta) o Tafí del Valle (Tucumán).

Por contra, “uno de los factores que contribuyen al dominio del África oriental en las carreras de larga distancia es que en Occidente nos hemos vuelto más lentos […] En 1975, por ejemplo, en 23 maratones hubo británicos que corrieron en tiempos inferiores a las 2 horas y 20 minutos; 34 estadounidenses corrieron por debajo de ese tiempo y ningún keniata lo hizo. En 2005, en cambio, fueron 12 los británicos y 22 los estadounidenses, mientras que los keniatas alcanzaron la arrolladora cifra de 490”. Y cada vez más atletas del resto del mundo viajan a correr con los keniatas, como la argentina Belén Casetta.

Así como Adharanand Finn intentó develar los “secretos” de los keniatas, Ed Caesar, en su libro Dos horas, va “en busca de la maratón imposible”. Y obviamente, en este trabajo también aparecen los kalenjin: “El perfil, y la biografía, de estos campeones se puede especificar aún más. Casi todos los corredores de éxito crecieron en pequeñas parcelas cultivables, en el seno de familias numerosas y en condiciones humildes. Iban a la escuela caminando o corriendo, descalzos. De jóvenes, ayudaban con el trabajo agrícola. Cuando los hombres llegaban a la adolescencia, sufrían brutales ceremonias de circuncisión, tras las cuales, como parte del mismo ritual, los obligaban a valerse por sí mismos durante días o semanas fuera de la relativa comodidad del hogar”.

“Kenia es un país pobre, pero en la región de los corredores el suelo es fértil y una familia kalenjin que posea una parcela puede cultivar en ella lo suficiente para comer. De hecho, la dieta de los kalenjins es prácticamente perfecta para un atleta de resistencia: consiste principalmente en ugali, un carbohidrato rico en almidón, verduras y, ocasionalmente, carne. Todo ello acompañado de litros y litros de té azucarado con leche”, dice Caesar. “Un atleta kalenjin medio de las zonas rurales es activo y se alimenta de forma nutritiva, aunque en pequeñas cantidades. No disponen de muchos ingresos, por lo que el calzado representa un lujo. Sus pies se acostumbran a sentir la tierra, y los tendones de sus tobillos se fortalecen. Además, se pasan la vida yendo de un sitio a otro a grandes altitudes”.

Sin embargo, el libro de Caesar va mucho más allá, y de ahí el título. En Atenas 1896 Louis ganó la prueba de 40 kilómetros en 2h58m50, y fue el único que terminó por debajo de las tres horas. En Los Ángeles 1932, Zabala fue campeón con un tiempo de 2h31m36s. En 1952 Cabrera terminó sexto con 2h26m42s. Y en Río 2016 Mariano Mastromarino fue el mejor argentino (53º) con 2h18m44s.

El 25 de septiembre de 2022 el keniata Kipchoge estableció un nuevo récord mundial en Berlín: 2h01m09s. Y el 23 de abril de 2023, en Londres, el también keniata Kelvin Kiptum desplazó al etíope Kenenisa Bekele al tercer lugar entre los que bajaron las dos horas y dos minutos. Una gran parte del trabajo de Caesar gira en torno de si se podrán bajar las 2 horas, y cuándo.

“Desde que tenemos constancia de ese tipo de récords, se han batido sin excepción, para desconcierto de los científicos”, afirma. Pocos discuten que los récords actuales se batirán, y que las diferencias estarán en los factores a tener en cuenta para ello: mejores zapatillas, mejores sistemas de entrenamiento, mejores condiciones de carrera, la superficie sobre la que se corre, las condiciones climáticas del día (la temperatura ideal, según un estudio reciente realizado en Francia, es de 3,8 grados) y la presencia o no de las llamadas “liebres”, otros participantes que ayudan a un corredor de élite a alcanzar tiempos parciales que se haya marcado como objetivo, y que lo pueden proteger del viento en contra.

Lo cierto es que ya hubo una persona que corrió los 42,195 por debajo de las dos horas. Se trata del keniata Kipchoge, el mismo que ostenta el récord mundial, quien el año pasado logró un tiempo de 1h59m40s. Eso sí, “la marca del keniano no es oficial ni puede ser considerada récord del mundo por todas las ayudas externas que ha recibido en su carrera en Viena”, aclara el diario El País en el siguiente video.

A modo de cierre del apartado, una última predicción: “La maratón profesional es un deporte salvaje y apasionante, y no solo por las exigencias que le impone al cuerpo. Muchos de sus protagonistas principales […] llevan a cuestas el pesado lastre de una infancia miserable. No es exagerado decir que el hombre que corra la primera maratón por debajo de las dos horas habrá tenido que superar un reto no solo deportivo sino existencial”, asegura Caesar.

Y si el griego Louis fue el ganador del maratón de 1896, hay que saltar 88 años en la historia olímpica para encontrarse con las mujeres. Es más, “no fue hasta los Juegos Olímpicos de 2008, cuando por fin las mujeres consiguieron tener las mismas pruebas de atletismo que los hombres”, destaca David Epstein en su libro El Gen Deportivo.

El maratón olímpico femenino se estrenó en Los Ángeles 1984, un año después de que debutara en los fundacionales Mundiales de Atletismo de Helsinki. Y la primera vencedora olímpica fue la estadounidense Joan Benoit (2h24m52s), suya historia puede conocerse en el video que compartimos a continuación.

Una curiosidad: la World Athletics diferencia los récords femeninos obtenidos en las pruebas mixtas de aquellos obtenidos en las competencias entre mujeres. Y lo explican De Ambrosio y Ves Losada en Por qué corremos: “La cuestión mental o corporal-mental […] es tan profunda que la Federación Internacional de Atletismo anula desde 2012 las marcas logradas por mujeres en pruebas mixtas porque se considera que el esfuerzo de competir junto a hombres implica una cierta deslealtad”.

Prueba de ello, el récord entre las mujeres está en poder de la keniata Mary Jepkosgei Keitany, con un tiempo de 2h17m01s, logrado en Londres, en abril de 2017. Y en pruebas mixtas, corresponde a la también keniata Brigid Kosgei, quien el 13 de octubre del 2019 en Chicago cruzó la meta en 2h14m04s, casi tres minutos de diferencia entre una marca y la otra.

Sobre este tema, un aspecto interesante y que es objeto de investigación: ¿las mujeres reducen la brecha de los tiempos respecto de los hombres a medida que se incrementa la distancia a recorrer? Según Epstein no, pero hay matices: “La idea de que las corredoras sobrepasan a los hombres a medida que la distancia de la carrera es mayor ha estado muy extendida en el pasado”, cuenta. “Pero no es del todo cierto. La diferencia del 11% entre los mejores corredores de ambos sexos es tan consistente en las distancias más largas como en las más cortas”.

Igualmente, la ciencia todavía tiene aspectos para investigar. “Fisiólogos sudafricanos hallaron que cuando un hombre y una mujer están igualados en el tiempo en que corren el maratón, normalmente el hombre derrotará a la mujer en las distancias más cortas que las del maratón, pero la mujer ganará si la distancia de la carrera se amplía hasta los 64 kilómetros. Los investigadores informaron de que esto se debe a que los hombres suelen ser más altos y pesan más, grandes desventajas a medida que la carrera se hace más larga”, describe Epstein. Como los hombres, las mujeres también parecen estar nacidas para correr.

LECTURA PARA LA PRÓXIMA CLASE:

“La historia del running en Argentina”, de María Nemesia Hijós LEER EN ESTE LINK

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