Page 3 - Número 6 | Revista Letras
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rio incompleto; el 5% el secundario completo; el 2% tiene estudios uni-
         versitarios; y el 6% no tiene ninguno) (Rodríguez Alzueta, 2015: 32).

Y es que como bien lo pone de manifiesto la Secretaría de De-
rechos Humanos de la FPyCS, debe tenerse en cuenta que:

         el derecho a la educación no está garantizado para todos y todas, y
         que en el contexto de exclusión que implica la cárcel hay personas
         que se encuentran aún más marginadas, en su mayoría jóvenes pro-
         ducto de una situación de pobreza estructural que arrastran desde
         antes de su detención (AA.VV., 2013).

En este sentido, hay un gran sector de la población (tanto local
como a nivel nacional) que está quedando por fuera de un sis-
tema educativo que les permita proyectar, construir un futu-
ro profesional, con un horizonte diferente al que han logrado
realizar sus generaciones anteriores. Y si el sistema educativo
y la sociedad no los contienen y en contrapartida los expulsa,
estos jóvenes encuentran como su grupo de pertenencia el ba-
rrio con sus lógicas y sus problemáticas; con sus evasiones de
la realidad y la necesidad de conseguir lo que los hace un poco
menos consientes del mundo en el que viven. Pasando a ser,
de este modo, el blanco de la persecución policial, la estigma-
tización y el encarcelamiento.

Estudiar en contextos de encierro

Si en todos los ámbitos la educación es clave para el desarro-
llo de esa comunidad, más aún lo es dentro de los penales.
La educación es, sin dudas, el medio para hacer una sociedad
más justa y equitativa; el paso por las instituciones educativas
transforma, de una u otra manera, a todos aquellos sujetos
que la transitan, incluso a aquellos a los que la única política
que parecen dignos de recibir, es la de represión. Y es que la
lógica de las políticas de seguridad que se han implementado
en la Argentina en los últimos años –en la provincia de Buenos
Aires, principalmente- ha sido la de perseguir, estigmatizar y
sobre todo “quitar” a los jóvenes que constituyen una amenaza
social del medio, de lo visible. Quitarlos del medio, encerrar-
los, para que no molesten al resto de la sociedad que “merece
vivir sin estos jóvenes delincuentes”.

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