Page 4 - Hemingway, maestro. Julia Moretti
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rías y principios Hemingway, maestro

En sus cuentos y crónicas, Ernest Hemingway ponía en prác-
tica la Teoría del Iceberg. Consideraba que, al momento de
escribir, el periodista tenía que conocer y saber todo sobre el
tema, pero que no debía contar absolutamente todos los de-
talles: hay algo en la historia que se ve, que se conoce y otra
parte que no. Del conocimiento que se tiene sobre un hecho,
persona o lo que fuere, se debe seleccionar lo más representa-
tivo, lo que más sintetice lo que quiero decir.
Esto va de la mano de la intención que tenga como periodista,
tener en claro qué quiero contar, y elegir de qué manera hacer-
lo, con qué palabras. No tiene sentido contar que una persona
es rubia, tiene los ojos verdes y una remera rosada si quiero
decir que está enojada. De acuerdo a mi objetivo, diría que
tiene el ceño fruncido y que tiene apoyado su puño cerrado
sobre la mesa, por ejemplo. Y aquí también está la economía
de los adjetivos y las palabras: no decirlo todo, sino lo necesa-
rio, lo que mejor represente lo que quiero mostrar para que el
lector pueda hacer una imagen de eso en su cabeza sin dudas
o confusiones.
En su cuento “El hambre es una buena disciplina” (incluido
dentro de los relatos de París era una fiesta), Hemingway se
pone como el protagonista de la historia y a manera de sínte-
sis, cuenta que sentir hambre puede servir para que los cua-
dros en un museo se vean más hermosos pero que esa sensa-
ción de hambre se debe a que sus cuentos no se venden, que
nadie quiere comprarlos y que, para colmo, la gente tampoco
está interesada en leer novelas. El escritor le cuenta sus penas
a Sylvia, la dueña de la biblioteca circular de la que es socio.
Luego de la charla, Hemingway se dirige hacia un bar y, en
una reflexión con él mismo, empieza a pensar y recordar el
primer cuento que había escrito después de que le habían ro-
bado la valija con sus manuscritos en una estación de trenes.
A ese cuento denominado “Out of season” (“Fuera de tempo-
rada”) le había omitido el final.
En “El hambre es una buena disciplina”, dice: “Lo omití basán-
dome en mi recién estrenada teoría de que uno puede omitir
cualquier parte de un relato a condición de saber muy bien lo
que uno omite, y de que la parte omitida comunica más fuerza
al relato y le da al lector la sensación de que hay más de lo que

150 | Letras | ISSN 2524-938X
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