Page 4 - El núcleo duro de la deserción. Rossana Viñas
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ptarse a estas tres instancias implicará el éxito; el acceso El núcleo duro de la deserción
total al mundo universitario. Mientras que de no producirse,
el estudiante enfrentará la desilusión de no ver concretados
sus sueños.
Tomando a la Universidad Nacional de La Plata –una de las
tres más grandes del país- como caso, donde cada año ingresan
casi 25 mil alumnos/as, de un diverso origen geográfico y
social, éstos, todos/as llegan con similares ilusiones, miedos e
incertidumbres acerca de lo que les sucederá en esos primeros
primeros pasos en la facultad.
Y a pesar de los sueños y las ilusiones, gran cantidad de
estos jóvenes son desplazados –y nos atrevemos a la palabra
expulsados- de los claustros universitarios. Justamente, un
importante porcentaje abandona en el primer tramo de su
carrera.
No obstante, esto no es nombrado en los discursos que circulan
socialmente. Mucho menos se dice que en las instituciones
educativas, perviven prácticas tradicionales muy alejadas de
los saberes, las prácticas, las representaciones, los intereses y
las necesidades de estos/as alumnos/as.
En la representación ideal de los profesores universitarios,
sigue muy afianzada la idea de un estudiante de tiempo
completo, con un background de conocimientos adquiridos
en la cultura letrada y con competencias comunicativas
“acordes” a las de un futuro profesional. Es decir que para
muchos docentes, existe un capital cultural esperado de ese
alumno esperado (Ezcurra, 2011: 54) y trabajan en el aula
partiendo de esa premisa representada. Cuando en realidad,
se debiera partir del capital cultural real que posea -sea cual
fuera éste- el estudiante, para de esta manera lograr que éste
pueda sortear las dificultades académicas que encuentre y así
adquiera el habitus organizativo y académico (Ezcurra, 2011:
55) que requiere la universidad.
En relación a esto, la investigadora Miriam Casco afirma
que aún hoy, en las prácticas de enseñanza en el nivel
superior persisten las representaciones de un estudiante-
receptor pasivo a quien se le enseña a través de exposiciones
monológicas y clases magistrales.

Una pedagogía de la “cabeza bien llena”, presidida por un docente-
fuente y transmisor de informaciones (Arnaud) no hace más que
reforzar, antes que desalentar, la pasividad intelectual y los hábitos

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