PRENSA

Por María Antonieta Teodosio*

El día del Profesor se conmemora en recuerdo de José Manuel Estrada (1842 – 1894). Contemporáneo de Domingo Faustino Sarmiento, participó con aquél de un momento particular del país, donde la Modernidad ponía los cimientos de una Argentina que se inventaba sin mucha memoria y con los ideales grandes forjados en el Viejo Mundo.

Formado en la fe religiosa, desde muy joven se interesó en la historia argentina, conocimiento desde el cual obtuvo gran predicamento por su calidad oratoria y especialmente porque no era un saber difundido. Así publicó revistas que vincularon su militancia católica con su práctica política, lo que fue útil para la divulgación de la fe y de la historia. 

Fue maestro Normal, Docente de Historia Constitucional en la Universidad de Buenos Aires, Jefe del Departamento General de Escuelas nombrado por Sarmiento -entonces Presidente-, rector del Colegio Nacional de Buenos Aires y Ministro de Relaciones Exteriores. Su participación en la cosa pública siempre estuvo ligada a sus creencias, ya que vio en la moral católica un valor inescindible de sus prácticas docentes. Defendió a ultranza la dignidad de la persona y también la política como un espacio de trabajo para el bien común. 

Con su postura se anticipó a la Enseñanza Social de la Iglesia, que en 1891 daría a luz la primera encíclica social, motivada por los procesos de industrialización en que Europa se veía sumida y a raíz de los cuales la sociedad y especialmente la clase trabajadora empezaba a mostrar, hacinada alrededor de las ciudades, el rostro amargo del crecimiento.

Lo que se ve, en suma, en esta breve estampa, es la definición de lo que es un profesor, un docente de talla: un sujeto netamente político, enrolado en el conocimiento de la historia, con fuerte fundamento moral e ideales altruistas que lo llevan a debatir y a sufrir también cuando las políticas liberales, como las de su época, llevan el camino del crecimiento por las sendas particulares que mueven el egoísmo y la ambición. 

Si esta fuera su época, vería también que la enseñanza social favorece la participación, considera que lo dado es para todos, por el Destino universal de los bienes, que la solidaridad y la subsidiaridad son mecanismos sociales a promocionar y, hoy especialmente, pondría énfasis en el cuidado de la casa común, nuestro planeta.

Seguramente no fue sencillo en aquel momento, sin título habilitante, ejercer la docencia y ser el actor político que fue, en la lucha denodada contra el racionalismo liberal que hacía caso omiso de sus denuncias en favor de los gauchos, anteriores al Martín Fierro.

Tampoco lo es hoy, con condiciones adversas presupuestarias que pesan sobre los salarios, sobre el humor, sobre la infraestructura edilicia de los establecimientos escolares, sobre los estudiantes cuyos padres perdieron el trabajo, la salud, o las ganas de vivir. Docente es quien conoce su contexto y pelea por animar, ilusionar, contagiar esperanza, acompañar, reconocer, interpelar, negociar con los currículos, preparar los mejores materiales, dar las clases y decir a quienes gobiernan que el derecho nos asiste: la educación en nuestro país es pública, gratuita y obligatoria. Y ni un ápice menos.

*Docente e investigadora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP.

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