Una multitud en Plaza de Mayo frente al Cabildo

PRENSA

Por María Isabel Arigós

Veníamos de tanto miedo, tanto dolor y oscuridad, que no estábamos seguros de poder volver a sentirnos humanos, ciudadanos con derechos, poder caminar por las calles, cantar y reírnos. Arrastrábamos apenas los girones de aquellas esperanzas, pero una vez más los argentinos, las argentinas apostábamos a tener Patria.

Los militares asesinos se estaban retirando, sólo la derrota y la humillación de Malvinas les cortaron el aire que todavía les quedaba, pero ahí seguían, agazapados y vengativos. No obstante el pueblo ya tomaba las calles, ya volvía a soñar. Las canchas de futbol se atrevían tibiamente  a entonar “se va acabar, se va acabar, la dictadura militar”.  Los viejos, llenos de heridas por lo que habían vivido, sobrevivido y las perdidas, y los jóvenes que cantaban y bailaban al son de tiempos nuevos.

Había viejos líderes,  y había nuevos. Raúl Ricardo Alfonsín encendía la llama de la esperanza, el discurso final de la campaña electoral el 28 de octubre de 1983 en Rosario fue apoteósico. Gritaba con su voz atronadora y cálida al mismo tiempo. La mano izquierda apuntando con un índice enérgico, la derecha con el puño apretado y en alto. “Iban a terminar con la especulación y se especuló como nunca; iban a terminar con la inflación y se desató la peor inflación de la historia; iban a traer la paz y nos metieron en la guerra, y en la represión atroz e ilegal” decía  y su valor nos llenaba de coraje a los argentinos.

Los carteles anunciaban “Ahora Alfonsín, el hombre que hace falta”. Volvía a la carga con voz atronadora con “Se acaba la Dictadura de las fábricas muertas y viene la Argentina del trabajo y la producción. Se acaba el dinero imperando sobre el trabajo, se acaban las sectas de los nenes de papá” gritaba y nos dejaba sin habla, porque por fin alguien se animaba a decir lo que pasaba públicamente.

La base de su argumentación fue la unidad, hablaba de compartir sin distinción de partidos políticos, recordaba a Hipólito Yrigoyen, Sabbatini , Perón y Evita!!!. Reiteró en todos sus actos.“La urgencia de afianzar la justicia social, terminar con el hambre en un País dónde la comida sobra y existe la inmoralidad de trabajadores de treinta días al mes que no alcanzan a cubrir las necesidades de su familia”.

En esa marcha había radicales y anti radicales, peronistas y antiperonistas, pero urgía la unión de los argentinos, para defendernos del imperialismo en una sociedad antigua y machista, en la cual las mujeres seguían estando fuera de la patria potestad de sus hijos. “Hemos ganado pero no hemos derrotado a nadie”,  y un escalofrío nos corría por la espalda frente al peligro que se cernía sobre la frágil democracia que lográbamos. “No a la Argentina de las minorías, no a la Argentina de la oligarquía”, gritaba un enérgico Raúl Alfonsín.

Unos 30 mil desaparecidos y  una terrible deuda externa fueran las herencias mas desgraciadas de esa dictadura cívico militar que llegaba a su fin.

Las elecciones del 30 de Octubre le dieron un triunfo definitivo, con el 52% de los votos. La gente tomó las calles delirando de alegría, no era un triunfo partidario, era el triunfo de una propuesta renovada sobre los viejos sueños de cambios revolucionarios. Una nueva era comenzaba rezando el viejo Preámbulo, “constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de  la libertad, para nosotros , para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.

*Profesora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP

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