PRENSA

Por Claudia Villamayor*

Es un nuevo aniversario de la radio. Un medio de comunicación que no pierde vigencia y cuyos formatos se han multiplicado por todo el planeta. ¿Quién puede resistir a su presencia en la vida cotidiana? Ella está aunque se diga, inclusive, que no se la escucha. Hace parte del entramado de nuestras conversaciones y al mismo tiempo incide en las ideas que nos hacemos de la multiplicidad de acontecimientos que instala el ecosistema mediático. 

Artísticas y agendas repercuten en nuestros imaginarios ciudadanos. Y, por ello mismo, quien tiene vocación por desnaturalizar visiones del mundo que fortalecen las voces dominantes y que oprimen a las sociedades, no puede obviarla, porque ella hace parte de la complicidad de lo que se dice y de lo que no.

Una mirada atenta a su capacidad de mutar con las tecnologías puede identificar que aquella radio a transistores del siglo XX convive con el digitalizado aparato de los equipos de música y al mismo tiempo la ubicuidad de su presencia en ámbitos de circulación de las ciudades, la ruralidad y en espacios de tránsito entre una cosa y la otra. Al mismo tiempo, lo que ya no es novedad: internet y la comunicación digital que tanto nos fascina a muchas personas.  

Por eso, la convivencia de los aparatos de las radios abiertas, otro modalidad que sumamos, en una esquina urbana junto a propuestas periodísticas multiplataforma donde la comunicación radiofónica cobra protagonismo y se vuelve global, hacen parte no sólo de formatos de la radio, sino de lógicas de la comunicación que no son monolíticas.

Un universo que para nosotres ya es transmedialidad. Es una palabra un poco snob pero que apunta a ir encontrando un modo de nombrar mas allá de la convivencia de lenguajes; de lo que se habla es de unos tipos de alfabetización de las personas y su subjetivación, sus modos de comprender  y de nombrar el mundo que no es agenda para quienes profundizan en el valor de los medios de comunicación desde el punto de vista político cultural, precisamente porque son arte y parte en la toma de decisiones de una sociedad y en la disputa de poderes.  

¿Quiénes hablan en las radios ¿Qué representan sus voces? ¿Por qué esas voces y no otras? A esta altura no hay que tratar a la radio como una tecnología neutra o una fascinación mágica porque se constituye en el teatro de la mente. Es hora de comprender sus diversas institucionalidades e identidades no sólo por lo que representan (publicas, rurales, comunitarias, pymes, multimedios, corporaciones, organizaciones no gubernamentales, emprendimientos cooperativos, itinerantes, empresariales, órganos internos de empresas o instituciones, de medios de transporte, sindicatos, fundaciones, entre otras) sino por su dimensión política y cultural, en todos sus soportes.  Su carácter performativo y estratégico en la diversidad de interlocuciones.

Hay que trabajar su potencia de hacer y de producir el mundo, factor que el mercado tiene absolutamente claro y por eso ello no la deja de lado para configurar tropelías y saqueos sociales.  Por ello no hay que subestimarla, nunca.

La oportunidad cultural y política de comprender a las radios en todas sus dimensiones hace parte también de la voluntad de quienes sueñan pero también se dejan interpelar por nuevas modalidades de comunicación que apelan a comprensiones creativas y se proponen desarrollar la comunicación como perspectiva y también como estrategias para hacer real sociedades con justicia social.

La radio no es sólo de radialistas, es también de aquellas y aquellos que están en clave de militancias de todo tipo y encuentran en ella un recurso estratégico. No nos llamemos a engaños, quien la encubre en una suerte de profesionalidad neutra empresaria e independiente, generalmente naturaliza su uso para fortalecer el vozarrón del patrón mercado que siempre tiene cómplices en todas las profesiones.

Decía una comunicadora popular de La radio la Chicharra de Goya Corrientes: «Hay radios que marcan la agenda desde una centralidad unitaria, yo quiero muchas radios que expresen la inconmensurable diversidad de voces de una propuesta federal».

 A la palabra de Anita Olivos, le sumamos la voluntad de luchar por un sistema de comunicación que haga de la radio una expresión federal de nuestra patria y que la agenda periodística no sólo desnaturalice patronales, no sólo distribuya la palabra, sino que promueva  la capacidad política de un medio de Comunicación regulado por políticas de Estado que favorezcan la democratización  de la palabra y la militancia de la verdad. 

*Profesora y directora de la Tecnicatura Superior Universitaria en Comunicación Popular de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP

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