Tato Diaz

PRENSA

Por el Dr. César “Tato” Díaz*

Resulta infrecuente que en nuestro país se celebre una efeméride el día que corresponde al nacimiento del homenajeado. Por el contrario, lo habitual es que sea el día de la muerte. Esta suerte de necrofilia, afortunadamente se desestimó al momento de presentar el proyecto de ley que estableció al 13 de noviembre como fecha para conmemorar el “Día del Pensamiento Nacional”. Ese día en 1901, en la ciudad de Lincoln, nacía Arturo Martín Jauretche. Por eso la ley N° 25.844 publicada en el  Boletín Oficial el 6 de enero de 2004 propone que en todos los establecimientos educativos y culturales se hable de la vida y la obra del pensador y polemista linqueño.

Hasta aquí los datos informativos, pero qué implica para una nación poseer “Pensamiento Nacional» se puede decir que se trata de una construcción permanente e indispensable para todo colectivo humano que desee ser protagonista de su destino en el territorio en que habita.

En nuestro país, resulta dificultoso precisar el momento de su inicio, sin embargo, se puede conjeturar que en el virreinato del Río de la Plata, Manuel Belgrano encabezó un proceso que supo abrevar en ideas provenientes de Europa, pero aplicándolas en nuestra tierra con tino, es decir, contemplando las particularidades de los habitantes y las necesidades políticas, económicas y culturales de los rioplatenses.

Otro mojón imposible de soslayar es el propuesto por Raúl Scalabrini Ortiz, amigo y maestro de  Jauretche, quien en el libro Política Británica en el Río de La Plata (1935), sentenció: “volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos”. Este contundente modo de proponer como punto de partida para la construcción de un Pensamiento Nacional,  invitando a desandar lo aprendido hasta alcanzar una “virginidad mental a toda costa“, se debe a que durante todo el siglo XIX y las primeras décadas del XX, la influencia de las ideas francesas y, sobre todo, inglesas en nuestros intelectuales, instituciones, funcionarios públicos, programas educativos, se convirtieron en moneda corriente. De ahí que un grupo de jóvenes radicales yrigoyenistas, en medio de la degradación nacional que implicó la “Década Infame” conformaron FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) con el fin de producir un pensamiento propio, es decir, nacional. Decimos “nacional” y no “argentino”, pues muchos de nuestros intelectuales eran argentinos, pero su estructura mental era dependiente, ya que veían a nuestro país a través del prisma de un “pensamiento ajeno”, subestimando todo lo que fuera autóctono, considerándolo  “bárbaro”.

Acaso fue Arturo Jauretche, quien más defendió esta “barbarie”, pero no en obsequio del analfabetismo, sino por la riqueza que posee y precisamente, a partir de esa valoración sustantiva dedicó su vida a potenciarla interpelando a  aquellas ideas que se nos presentaban como pertenecientes a la “civilización”. Para ello, además de sus cualidades para la reflexión sobre las cuestiones nacionales, Don Arturo se constituyó en un comunicador de fuste. Tal papel lo cumplió de manera constante como elaborador de frases cortas y contundentes que nos enseñan a apreciar lo “nuestro” con el orgullo que lo hacen los países centrales. En rigor, hoy sería un excelente tuitero por su capacidad innata de sintetizar profundos razonamientos en frases cortas. De este, nos enseñó a valorar lo «nuestro» proponiendo que los argentinos pudiéramos reconocer que «Lo nacional es lo universal visto desde nosotros». Sentencia basada en la fuerte proclividad de algunos compatriotas a sobredimensionar todo lo extranjero, especialmente, europeo o yanqui en detrimento de lo «nuestro».

El agudo ensayista, figura central en el movimiento Nacional y Popular argentino,  supo reparar también en las tergiversaciones que realizan los medios de comunicación dominantes, afirmando que: «las verdades no triunfan tanto por la fuerza que tienen como por la debilidad que introducen en la mentira», marcando un camino para combatir a las » fake news» sin desalentarse ante la desigual tarea. Porque, a que negarlo, actualmente contamos con jóvenes y no tanto que creen que al manejar con cierta pericia las redes están en condiciones de contrarrestar el poderío de los medios hegemónicos. En tal sentido, podríamos tomar la definición expresada por Jauretche a raíz de los que andaban ufanándose del uso de los avances técnicos a fines de la década del 50: «el desarrollo técnico crea una variedad especial de tarado. El tarado con técnica. Que viene a ser técnicamente un supertarado». Más allá de la sorpresa, el enojo o la sonrisa que pueda despertar la afirmación, nos  invita a reflexionar sobre el lugar instrumental que debe ocupar el uso de la tecnología y el valor sustancial del construir un pensamiento propio al servicio del país.

Se ha podido apreciar en estas pocas líneas a quién se homenajea este día, sin embargo, por tratarse de un  «patriota» cabal, el mejor reconocimiento para él, sin duda, será que los argentinos profesemos sin ambajes lo que Jauretche argumentó como «Pensamiento Nacional», que no es ni más ni menos que:

«utilizar las doctrinas y las ideologías y no ser utilizados [por ellas]. Hacer del pensamiento político un instrumento de creación propia, en cuyos modos y fines podemos diferir, pero no en el planteo básico, que es  desde la Argentina y para la Argentina, desde los argentinos y para los argentinos, más allá, desde los latinoamericanos o Latinoamérica, y así sucesivamente, en el orden concéntrico de las ondas que en el agua promueve la caída de una piedra».

En suma, la tarea ineludible es formar cuadros políticos para la construcción del “poder popular” y de este modo estaremos contribuyendo a la consolidación del “Pensamiento Nacional” por el que tanto bregó Jauretche.

*Director del Centro de Estudios en Historia/Comunicación/Periodismo/Medios (CEHICOPEME) de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP

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