PRENSA

Por el Dr. Germán Retola*

El 12 de junio es el Día Internacional contra el Trabajo Infantil. Esta conmemoración es impulsada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) desde el 2002. Tiene por objetivo sensibilizar a la ciudadanía planetaria sobre el grave problema que representa la explotación de millones y millones de niñas, niños y jóvenes.

En la Argentina, nos adherimos a esta iniciativa en 2005, mediante la Ley 26.064. Por lo tanto, en esta fecha, tenemos la oportunidad de promover acciones coordinadas que permitan abordar esta problemática de manera intersectorial, intercultural e interdisciplinaria, dado que el campo de intervención es complejo y ninguna política o institución aislada puede resolverlo.

El trabajo infantil, según la propia OIT, se refiere a “cualquier labor que es física, mental, social o moralmente perjudicial para el desarrollo de las niñas, niños y jóvenes”. Esta situación claramente vulnera sus derechos, particularmente a la escolarización, al juego y al crecimiento saludable.

Es claro que el trabajo infantil viola normativas internacionales, nacionales y provinciales, pero su peor característica es que priva, en el mundo, a muchos millones de niñas, niños y jóvenes de su niñez, anulando potencialidades y su dignidad como sujetos de derechos.

Existe una amplia gama de este sistema de vulneración de derechos que van, desde lo intrafamiliar hasta las peores formas imaginables, tales como la participación en conflictos armados, la esclavitud, la prostitución, la pornografía u otras prácticas ilegales como la venta de drogas. Tampoco podemos dejar de mencionar el uso productivo de niñas y niños en diversas actividades vinculadas a sus propias familias, principalmente en las áreas rurales o periurbanas. En este último caso, quienes no trabajan de tiempo completo y tienen la oportunidad de ir a la escuela, mantienen una doble carga diaria.

La lucha por la abolición del trabajo infantil, fue un objetivo constitutivo de la OIT desde sus inicios en 1919. Sin embargo, a pesar de su labor, actualmente los datos son más que alarmantes: existen 218 millones de niños de entre 5 y 17 años que están ocupados en la producción económica. Entre ellos, 152 millones son víctimas del trabajo infantil; casi la mitad, 73 millones, están en situación de trabajo infantil peligroso. Estas espantosas cifras se despliegan según los distintos mapas de producción y reproducción de la desigualdad mundial, donde hallamos distintas escalas: lo global, lo regional, lo nacional y lo local, resaltando en este último caso, las diferencias de las condiciones entre el centro, la periferia y la periferia de la periferia (Fuente: Estimación mundial sobre el trabajo infantil: Resultados y tendencias, 2012-2016, Ginebra, septiembre de 2017).

La provincia de Buenos Aires cuenta con laComisión Provincial para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (COPRETI) que funciona desde el año 2004 y sustenta sus prácticas en la Convención de los Derechos del Niño y, desde el 2005 cobra fuerza con la Ley Provincial 13.298 de Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños.

Las causas de esta problemática en la provincia de Buenos Aires, son múltiples, principalmente surgen de los factores económicos que llevan a que las familias incluyan a sus hijos e hijas en las estrategias de subsistencia y, al mismo tiempo, conviven con aspectos socioculturales que legitiman el trabajo infantil. En este último punto, existen mitos que atraviesan a nuestra sociedad que deben ser desmontados. Por ejemplo, “es mejor que los niños trabajen antes de que estén sin hacer nada, así no salen a robar, se preparan para el futuro, porque el trabajo dignifica.” Todos estos enunciados naturalizan la problemática y justifican que esas niñas, niños y jóvenes pierdan su derecho a educarse y a potenciar sus capacidades para generar un proyecto de vida acorde a sus propias expectativas, las cuales no necesariamente se deben corresponder con las trayectorias laborales familiares.

En el ámbito urbano los trabajos están articulados al sector informal, en condiciones de gran precariedad y mucha exposición al riesgo. Las situaciones de explotación infantil más frecuentes son: la mendicidad, la venta ambulante, limpia vidrios, cuida coches y malabaristas, también en la recolección de botellas, cartones y periódicos, en la carga y descarga de mercaderías en los supermercados, muchas niñas cumplen el rol de empleadas domésticas para terceros o en su familia. Del mismo modo, se observan niños como ayudantes en la construcción, en la industria del calzado, en los talleres textiles, en lavaderos de autos, entre otros puestos laborales precarizados.

Por otro lado, en el ámbito rural bonaerense, el trabajo infantil es considerado parte de la tradición familiar, y muchas veces realizan sus actividades juntas con los adultos referentes. Esto se da principalmente en las cosechas, en la floricultura y en la horticultura y también en hornos de ladrillos.

En la niñez se debe promover el ocio, la creatividad, el descanso, la buena alimentación y el juego para, junto a otras cuestiones, fomentar un crecimiento saludable. Es importante pensar a la educación como la herramienta fundamental de la futura inserción social y laboral de las niñas, niños y jóvenes. Pero, fundamentalmente, entender a la escuela, como también a la plaza y a otros ámbitos propios de las culturas infantiles-juveniles, como los espacios adecuados para la emergencia de procesos de subjetivación política que les permita, tanto a niñas como a niños y jóvenes, ocupar un lugar central en la transformación de su realidad (y la de su entorno), a fin de mejorar las situaciones desfavorables en función de la producción de su propio deseo, individual y colectivo.

El trabajo infantil siempre empobrece, vulnera, oprime, aliena y muchas veces mata. Por ello los principales fines de la COPRETI, en la Provincia de Buenos Aires, son concientizar a distintos sectores sociales e institucionales para el abordaje de la problemática mediante trabajo en redes locales, como también formular proyectos territoriales de acción directa en las áreas priorizadas mediante redes socio gubernamentales locales y regionales.

Es importante destacar el rol del Estado en garantizar la promoción, restitución y protección de los derechos vulnerados de los niños, niñas y adolescentes con el fin de prevenir y erradicar el trabajo infantil. Sin embargo, se debe contemplar estrategias intersectoriales que planteen líneas de co-responsabilidad social y política que también involucre, además del Estado, a las organizaciones comunitarias, las Universidades, los sindicatos y profundamente a toda la sociedad. La generación de una ciudadanía co-responsable, sensible y consciente, es parte de la agenda que debemos poner de relieve este 12 de junio, donde tenemos la oportunidad de decir BASTA DE TRABAJO INFANTIL, y como lo anuncian las luchas antirracistas: BASTA ES BASTA.


*Docente, investigador y extensionista de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

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