PRENSA

Carlos Vallina, Lía Gómez*

Abordar la Cultura Nacional a partir de su efeméride este 29 de julio nos remite a la figura de Ricardo Rojas (1882-1957) escritor, ensayista y profesor universitario, quien fuera un literato que contempla en su obra una identidad cultural que trasciende el centro de Buenos Aires para compartir los sentidos de un país federal como Argentina, comprendiendo a la literatura como un lenguaje de verdad para concebir los sentidos de la Nación en toda su complejidad.

En esta escritura, que se ubica hoy en el centenario de la Reforma Universitaria, el manifiesto liminar resulta una pieza central para un pensamiento nacional y latinoamericano, inescindible contribución para los movimientos emancipadores, revolucionarios y democratizadores. Esos jóvenes del 18, como nosotrxs, ya cuentan con Rojas y con otra manera de concebir la cultura nacional, donde es exigible la unidad de los obrerxs y los estudiantes, de los trabajadorxs en conjunto, es decir del pueblo dispuesto a una liberación nacional abierta, amplia y creadora.

La Cultura Nacional invoca a obras de nuestra literatura como El Facundo, El Martín Fierro, La Cautiva, El matadero. Pero también, escrituras como las de Rodolfo Walsh con Operación Masacre, con sus crónicas en la revista Panorama y la misma Carta a las Juntas.  Implica conocer las luchas populares que han poblado nuestra historia desde su fundación, incluso desde las batallas por la liberación de América Latina como nacionalidad ampliada que invoca nuestra identidad; la música, las artes, no solo las consagradas sino las anónimas, las populares, la de los excluidos y olvidados, los deportes, Jorge Luis Borges, Roberto Arlt…

El cine de Leonardo Favio y su Crónica de un niño solo, aún hoy representa a los despojados, los nadies, los desposeídos. O Gatica, El Mono, en esa imagen emblemática de su grito de victoria delante de la bandera argentina con la cara cubierta de sangre y sudor como Juan Moreira, como Aniceto, como todos aquellos que edifican su día a día a cada instante como condición de existencia sin proyecto posible.

Isidro Velázquez como bandolero chaqueño, recuperado por Roberto Carri y su hija Albertina (Carri) como emblema de la injusticia social en un territorio árido en toda su completitud. Pero también Manuel Puig y sus historias de General Villegas, Francisco Centeno y sus centellas en Salta, así como Silvina Ocampo y sus relatos sobre las dependencias de la casa de la cultura enarbolada por su hermana Victoria. Pero también, Macedonio Fernández y su peregrinar por Buenos Aires con la novela de la eterna o siendo juez en Misiones, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Cesar González, Susy Shock y tantos otros en el cruce de tiempos de la historia que se completa como capas en el seno de la cultura. Esta fusión de expresiones y batallas está en el espíritu y la ética de Ricardo Rojas, en su percepción de la relación entre la cultura y la patria.

Lo Nacional se constituye entonces, como un tejido infinito pero identificable, que comprende desde Rosas y Sarmiento, el Yrigoyenismo, el Peronismo, el Alfonsinismo, el Kirchenrismo;  y su contrapartida, la anti cultura como destrucción (o la imposición de una cultura con la barbarie), como la campaña del desierto, la dictadura cívico militar en los años 70, el capitalismo neoliberal como el Menemismo y el Macrismo.

La Cultura Nacional implica una conciencia no capturada, no explicitada solo por la subjetividad de los ciudadanos y ciudadanas, sino más bien por la objetividad de los procesos socio-culturales que constituyen la trama de lo que somos en la historia que nos precede, nos configura y nos excede.

Ricardo Rojas, como indica el escritor Martín Prieto, en un adelanto sobre su obra, comprende una “filosofía de la nacionalidad” como un problema político cultural que desde el Martín Fierro hasta acá, nos sigue proponiendo pensar el problema de los lenguajes de la cultura  para una transformación política que comprenda al pueblo en su conciencia social.

Compartimos un fragmento del libro aún inédito “De Bretaña a Valparaíso”, cuyo autor Martín Prieto es profesor titular de Literatura argentina II en la Universidad Nacional de Rosario y autor de Breve historia de la literatura argentina, entre otros textos.

Como Rojas y como nosotrxs, Prieto es también un defensor la universidad como territorio del conocimiento y de la cultura como frente de batalla en estos días.

*Docentes de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP

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