PRENSA

Por Francisco Nigli*

En las elecciones presidenciales de 1999 había triunfado la Alianza entre la Unión Cívica Radical y el Frepaso (Frente País Solidario). Fernando de la Rúa se convertía en el segundo presidente no peronista desde el regreso de la democracia en 1983 venciendo a Eduardo Duhalde por un margen de 10.6% de los votos.

Con promesas de seguridad y trabajo, el gobierno asumido el 10 de diciembre de 1999 sólo duraría hasta el jueves 20 de diciembre de 2001 y la Argentina se sumergió, en el siglo XXI, en la crisis económica, política y social más grande de toda su historia. La pobreza alcanzó el récord del 57,5% de la población. Al año 2002, desde 1998, el Producto Bruto Interno cayó más del 20%.

Luego del paso de Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Camaño por la presidencia de la nación en menos de una semana, Eduardo Duhalde toma el poder ejecutivo el 1 de enero de 2002, quien llama a elecciones para el año 2003.

El 27 de abril de ese año, Carlos Menem ganaba con el 24, 5 % y Néstor Kirchner lo seguía, con el 22,02 %. Esa misma noche, el ex presidente Menem tiró una frase pensando en la segunda vuelta: «Será solamente un trámite».

La respuesta del santacruceño no se hizo esperar: «Ahora el futuro del país se decide entre dos modelos», el suyo y el de Carlos Menem que «endeudó al país».

Sin embargo, el balotage no definiría una de las elecciones más cruciales de la Argentina. Desde 1983 hasta ese año, la ciudadanía había intervenido entusiasmada de las elecciones presidenciales, sólo basta con ver los porcentajes de participación.

Pero la crisis de 2001 trajo aparejada una ola de descontento masivo con la clase política y lo demuestra el escaso 24.5 % con el que Menem gana la primera vuelta de las elecciones.

A cuatro días de la segunda vuelta, el ex presidente de la Nación, reelegido en dos oportunidades (1989-1995 y 1995-1999) anunciaba su abandono a la contienda electoral: «Como decía la compañera Evita, renuncio a los honores y a los títulos, pero no a la lucha». El riojano aseguraba que: «Hoy más que nunca la Argentina requiere contar con un poder político imbuido de la más plena y transparente legitimidad democrática. Lamentablemente, considero que este objetivo absolutamente necesario no está garantizado con el cumplimiento de la segunda vuelta electoral prevista para el domingo 18 de mayo”.

Sabiendo de una segura y dura derrota, Menem declaraba: «La existencia de una campaña sistemática de difamación y calumnias contra mi persona orquestadas desde el comienzo del gobierno de la alianza y continuada durante el actual gobierno (duhaldista) de transición, ha generado las condiciones para que una importante franja de la opinión pública se pueda ver virtualmente sometida esta vez al acto de  violencia moral de tener que escoger un candidato presidencial al que apenas conocen y en el que no confían».

Algo era cierto en toda su larga lista de excusas. Ese “candidato presidencial al que apenas conocen”, gobernador de Santa Cruz, con poca o nada de prensa, con sólo el 22% de los votos era desconocido no sólo, para el electorado argentino sino para los propios peronistas.

Asumir el poder ejecutivo nacional con ese escaso margen de votos, con la sociedad dándole la espalda a sus dirigentes era, por lo menos, temerario.    

El contexto económico reflejaba números récords, pero en sólo cuatro años, Néstor Kirchner los revolucionó. Al asumir, el desempleo era del 17%, y cercano al 8% en 2007, las reservas del Banco Central en 2003 eran de 13.483 millones de dólares y, cuando terminó su presidencia, rondaba los 44.860 millones de dólares. La pobreza era del 58.6% y la indigencia era del 22% en 2003. Cuatro años después, la pobreza había bajado más de 20 puntos y la indigencia más de 10: 37.2% y 8.7% respectivamente.  En 2001 el crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) había sido del – 4.5%, en 2002 del – 10.9, en 2003 fue del 8.8%. En sus cuatro años de gobierno el crecimiento del PIB fue sostenido, alcanzando la cifra récord de 9.2 % en 2005.

Menem tenía razón, a Néstor Kirchner no lo conocía nadie más allá de las fronteras de Santa Cruz, fue el presidente con el menor porcentaje de votos de la historia, pero ahora, en este 2018,  todos saben quién fue, pero no todos saben qué hizo en materia económica durante la crisis más grande que tuvo la Argentina, por eso, regresamos, desde el 2015 a un modelo neoliberal que estalló en el 2001.

A un año de las elecciones presidenciales de 2019 hay que volver a leer sus palabras: «Los argentinos tendrán que ir optando, por la memoria, en qué país quieren vivir. Porque cuando no se tiene memoria, después los dolores de cabeza son grandes y yo creo que la memoria es fundamental».

*Docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

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