PRENSA

Por Carlos Ciappina*

Pocas veces un discurso público ha sido tan conmovedor como el de Juan Domingo Perón del 12 de Junio de 1974. El hombre que –junto a Eva Perón- había logrado torcer durante diez años el destino de colonia agrícola de la Argentina oligárquica daba su último discurso ante su pueblo… y lo sabía.

Perseguido, destratado y proscripto durante diez y ocho años por la elite oligárquica y por el poder judicial y mediático aliado a la misma, Juan Domingo Perón había retornado al gobierno el 12 de Octubre de 1974 con un triunfo electoral con el 62% de los votos.

Con casi 80 años de edad, el viejo líder se hacía con el gobierno luego de batallar durante casi dos décadas contra todos los poderes hegemónicos de la Argentina, retornando con la conmovedora lealtad de la clase obrera organizada y las nuevas organizaciones de la Juventud Peronista.

En este tercer mandato democrático, Perón volvería a demostrar que el modelo nacional que propugnaba –ajustado y aggiornado a la realidad de la década de los setenta- funcionaba: El Pacto Social establecido entre la CGT (trabajadores) y la CGE (empresariado nacional) había dado rápidos frutos con un crecimiento inmediato de la economía – nada menos que una suba del 6,5 puntos del PBI; la caída del desempleo al 2,5% % y la recuperación del salario por parte de los/as trabajadores/as de un 13% para llegar a casi el 40% en unos pocos meses de gestión. El Plan era alcanzar más del 50% de la renta para los trabajadores en tres años.

El Perón de su tercer mandato había modificado también su perspectiva política: de la frase para un peronista no hay anda mejor que otro peronista; había pasado a la frase “para un argentino no haya nada mejor que otro argentino”, consciente de las enormes dificultades que tendría la reconstrucción y liberación de la patria, la tarea no podía ser obra de un solo partido…

Apenas 40 días antes – 1 de mayo de 1974- el viejo general se había reencontrado con su pueblo en esa fecha emblemática, fecha que se había visto empañada por la discusión pública con la enorme movilización de la Juventud Peronista que pretendía acelerar los ritmos de la liberación y socialización de la economía y de la sociedad argentina. Ese desencuentro –que no fue total sino hasta la muerte del general- había mostrado fisuras en el movimiento nacional y amargado profundamente a Perón.

Tironeado por las fuerzas que se presentaban como contradictorias en ese enorme movimiento de masas que era el peronismo de 1974 –las fuerzas de la juventud peronista y las de la ortodoxia sindical- Perón se encontró con la coyuntura de que tendría que buscar apoyo también en el pueblo que no estaba “encuadrado”. Las fuerzas de la oligarquía esperaban el fracaso y Perón lo sabía.

Por eso no fue extraño que en la primera semana de junio, corrieran rumores de renuncia del General si no había un apoyo popular explícito y, –como aquel 17 de octubre de 1945- mientras la CGT buscaba decretar un paro nacional, el pueblo se movilizó antes espontáneamente y se concentró en la Plaza de Mayo el 12 de Junio de ese año.

En esa coyuntura la voz del viejo general –entrecortada y débil ya – se dirigió a todo el pueblo argentino que seguía mostrando lealtad con su líder.

Su voz había enronquecido, pero su discurso era claro y preciso: “Estamos luchando por superar lo que nos han dejado en la República y, en esta lucha, no debe faltar un solo argentino que tenga el corazón bien templado” El llamado de Perón era, siguiendo su planteo de los últimos años, a todos los argentinos.

Y también, en consonancia con su tradicional tercera posición: “Yo sé que hay muchos que quieren desviarnos en una o en otra dirección; pero nosotros conocemos perfectamente bien nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin dejarnos influir por los que tiran desde la derecha ni por los que tiran desde la izquierda” Mensaje dirigido por igual a los sectores que desde dentro – y desde fuera- del movimiento nacional pugnaban por transformar al peronismo en algo que nunca había sido.

Y en un mensaje conciliatorio hacia la juventud peronista que se había alejado de la plaza el 1 de mayo, señalaba el presidente de la República: “No queremos que nadie nos tema; queremos, en cambio, que nos comprendan. Cuando el pueblo tiene la persuasión de su destino, no hay nada que temer”.

Feliz de haber logrado el respaldo popular que esperaba señalaba Perón: “Compañeros, esta concentración popular me da el respaldo y la contestación a cuanto dije esta mañana”.

Y consciente de su extrema debilidad física, se dirigirá públicamente al pueblo argentino con la frase que ha quedado para la historia: “Les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”.

Apenas 19 días después –un 1 de julio de 1974- fallecía el líder popular más grande de la historia argentina. Sus médicos le habían advertido que de hacerse cargo del gobierno su salud iba a empeorar rápidamente. Prefirió servir a su pueblo y regresó en un último esfuerzo por liberar la nación.

Aquel 12 de Junio, como si hubiera elegido con total precisión cada fragmento, sus últimas palabras pronunciadas en una concentración –las de su último discurso- fueron: “Pueblo Argentino”.

*Director de la Licenciatura en Comunicación Social de nuestra unidad académica y profesor de historia.

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