PRENSA

Por Andrés López*

Hubo un tiempo que fue hermoso para el deporte nacional, cuando un gobierno le dio la importancia que nunca se le había dispensado antes y eso llevó a nuestro país a ser una potencia indiscutida en el continente y fuera de él. Juan Domingo Perón, que mucho antes de ser presidente fue campeón nacional de esgrima, supo ver que la actividad deportiva era uno de los pilares a partir de los cuales construir una Nación justa, libre y soberana.

Los Juegos Evita permitieron que por primera vez hubiera estadísticas de salud en la niñez y la juventud. Por primera vez se estimuló la práctica del deporte en amplias capas de la población, entendiéndolo como un derecho de los ciudadanos. Y, para lograr la promoción de la actividad, se brindó amplio apoyo a los representantes argentinos en cada competencia internacional, bajo el concepto de que los grandes campeones eran los mejores embajadores de la patria.

Todos esos conceptos se conjugaron en la organización de los primeros Juegos Panamericanos, que tuvieron lugar en Buenos Aires y que, al decir de Víctor Lupo, le dieron forma a “la epopeya más brillante del deporte nacional”. El sueño que un país deportivo comenzó a vivir en la ceremonia inaugural que tuvo lugar el 25 de febrero de 1951, y de la que se están cumpliendo 69 años.

21 países, 18 disciplinas, 2.513 atletas y un saldo brillante para la delegación argentina, que acumuló 154 medallas, 68 de ellas de oro. Así, nuestro país se quedó con el primer lugar del podio, dejando en el segundo puesto a Estados Unidos, que subió 95 veces al podio (48 ocasiones en el primer lugar).

El boxeo, el atletismo, el ciclismo, la esgrima, el yachting, el fútbol, el polo, el tenis, la natación, el waterpolo y el básquetbol fueron algunos de los grandes protagonistas de dos semanas de ensueño que se cerraron el 8 de marzo. Y dejaron figuras deslumbrantes como el maratonista Delfo Cabrera, el esgrimista Féliz Galimi o la tenista Mary Terán de Weiss.

“Como usted, he sido joven y he sido deportista”, escribió el propio Perón en la carta que le llegó a cada uno de los representantes argentinos. “En usted estarán puestos los ojos y los corazones de todos los argentinos y de usted depende su alegría, su satisfacción y su tristeza”, arengaba antes de que cada uno de ellos saliera a competir en un evento en que, tenía la certeza, se habían preparado como nunca antes.

El primer gobierno peronista “llevó adelante una gestión estatal cuyas políticas activas condujeron a la promoción y desarrollo del deporte”, escribieron Claudio Panella y Raanan Rein en el libro “El deporte en el primer peronismo”, que se editó el año pasado en la Editorial de nuestra Facultad. Y si bien la sede se había logrado en 1940, antes de que Perón llegara al Gobierno, fue su gestión la que marcó la diferencia.

En la previa de los Juegos de inauguró el Aeropuerto Internacional de Ezeiza y muy cerca de allí, en la localidad bonaerense, se levantó la Villa Panamericana para que se alojaran y entrenaran los deportistas. También se construyó el Velódromo Municipal y la cancha de Racing, que albergó la competencia de fútbol y la ceremonia inaugural.

El estadio de Huracán (de 1949) también se utilizó para el fútbol y muchos escenarios fueron remodelados para la ocasión, como las canchas de River, Independiente y GEBA, el Luna Park, la pista del Tigre, el Buenos Aires Lawn Tenis y el Tiro Federal. Los Panamericanos dejaron festejos, medallas y gloria, pero no solo eso. También un espejo para millones de jóvenes y un legado a través de la infraestructura, que pudieron disfrutar las generaciones que vinieron después.

*Director de la Tecnicatura Superior Universitaria en Periodismo Deportivo de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

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