PRENSA

Por Verónica Gómez*

Más allá de que esta semana de abril se celebra el Día del Indio o del Aborigen Americano en conmemoración al Congreso Indigenista Interamericano celebrado en México en 1940, y que fue la primera vez que se reunieron representantes de la mayoría de las culturas originarias del continente, quiero aprovechar esta fecha para hacer una reflexión. Una reflexión sobre el lugar que ocupa lo originario, lo indígena, en nuestra sociedad.

Desde muy chica me pregunté por qué “los morochos”, -sí, así lo pensaba y ese término era el que me identificaba cuando era chica- éramos, mayoritariamente, los/as/es que quedábamos excluidos, los/as/es que terminábamos en la marginalidad, los/as/es que no teníamos fácil acceso a la educación, ¿por qué la mayoría de los/as/es presos eran “morochos”? Me preguntaba también por qué nuestro aspecto físico no entraba dentro del estereotipo de belleza, de lo estético. Y desde muy chica además me pregunté cuál era el origen de las diferencias entre las personas, las diferencias físicas pero también las sociales.

Con el correr del tiempo, transitando la adolescencia y la juventud esas inquietudes se hicieron más fuertes y decidí indagar más sobre mis raíces genéticas y culturales. Entonces comprendí que el origen de muchos de nosotros y nosotras se nos ocultó, se nos negó. El discurso sobre una Argentina descendiente de europeos, de españoles e italianos que llegaron a este país buscando hacerse la América no me cerraba no sólo al mirarme al espejo sino mirando a mis compañeros/as/es de escuela, mis vecinos del barrio, a trabajadores/as que todos los días esperaban el colectivo. Por supuesto que reconocía a los descendientes de europeos pero el discurso decía que “Los argentinos” descendemos de los barcos que vinieron de Europa.

A medida que seguía creciendo iba descubriendo que en nuestro país no solamente somos millones los/as/es descendientes de pueblos originarios, sino que existen miles de personas que se reconocen como indígenas y que viven en comunidades bajo sus propias pautas culturales. Y que además la Constitución Nacional reconoce sus derechos por ser naciones preexistentes al Estado argentino.

Pasados muchos años desde que comenzaron mis cuestionamientos sobre los orígenes genéticos y culturales de nuestro país entendí que los pueblos originarios fueron víctimas de horrorosas campañas como las llamadas “Conquista de desierto” o “Conquista del Chaco”, que fueron verdaderos genocidios, despojando a los sobrevivientes de sus tierras y convirtiéndolos en esclavos de las clases acomodadas. Otras naciones originarias tuvieron historias diferentes pero el común denominador entre todas ellas fue la exclusión, la discriminación, la explotación, el desprecio, la violación y la transculturación que ya se venía llevando a cabo desde la llegada de los españoles a estas tierras en 1492 y que el Estado argentino decidió continuar.

Entonces ¿cuál es el lugar que ocupa hoy lo indígena? ¿Hemos avanzado como sociedad o seguimos teniendo los mismos prejuicios que en el siglo XIX?

Personalmente pienso que hemos avanzado un poco, pero no lo que me gustaría. Veo mayor conciencia acerca de la importancia de respetar a las personas por el simple hecho de ser seres humanos y de respetar la cultura de todos, pero creo que aún falta. Seguimos escuchando por parte de referentes de altos cargos en el Estado y en la sociedad, frases despectivas, descalificaciones que asocian a lo indígena con la violencia y la barbarie como lo hacía Sarmiento en el siglo XIX. Entonces me doy cuenta que a veces mi optimismo es excesivo, porque la sociedad en realidad está plagada todavía de una ideología colonizada, discriminadora, racista.

Ni hablar de la ausencia de ese reconociendo que la Constitución  sí hace sobre los derechos de los indígenas, pero que en la realidad está muy lejos de cumplirse. Pienso que como sociedad necesitamos que el Estado pague la deuda histórica que tiene para con las naciones originarias, que les dé condiciones de vida dignas, que respete sus costumbres, cosmovisiones y territorios ancestrales, que reconozca la importancia que tienen en nuestra sociedad, que admita que los argentinos también somos sus descendientes, que llevamos su sangre en las venas y mucho de su cultura, y que la diversidad nos enriquece como sociedad.

A pesar de las adversidades que enfrentan hace siglos, los pueblos originarios siguen -¿o debo decir seguimos?- resistiendo, luchando por los derechos, hablando nuestros idiomas, contando nuestras historias, recordando a nuestros ancestros y haciendo aportes importantes en nuestra sociedad. Estamos orgullosos de ser quienes somos e instituciones educativas con la relevancia de la Universidad Nacional de La Plata nos da un espacio, reconoce la importancia de nuestras sabidurías y nos incluye, como tendría que haber sucedido en la sociedad argentina hace siglos.

Mi deseo para recordar el Día del Indio Americano, es que los pueblos originarios que habitan este suelo y los de todo nuestro continente sean de una vez y para siempre respetados y que seamos muchos los que, desde donde estemos, hagamos fuerza y nos comprometamos para que eso suceda.

*Profesora de lengua y cultura guaraní en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP)

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