PRENSA

Por Paula Morabes*

El 15 de mayo, conmemoramos en nuestro país el “Día del Docente Universitario”. Esta fecha se instaló como un reconocimiento a la trayectoria de la lucha colectiva que los/as/es docentes de las universidades nacionales hemos llevado a cabo durante años.

El 15 de Mayo de 1969, como parte de los reclamos contra los ajustes económicos de la dictadura presidida por el General Juan Carlos Onganía, en días previos a las movilizaciones que ocurrieron ese mismo año en Rosario y Córdoba, en Corrientes se convocó a marchar hacia el rectorado de la Universidad Nacional del Nordeste. Esta manifestación fue duramente reprimida y, como resultado se produjo junto a un gran número de heridos y el asesinato del estudiante Juan José Cabral. Un joven de 22 años, estudiante de cuarto año de Medicina de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE).

El hecho se produce en el marco de la lucha que llevan a cabo estudiantes de Corrientes y Resistencia contra las medidas tomadas por el rector Walker, colocado en el cargo tras la intervención de las universidades nacionales decretada por la dictadura que presidía Juan Carlos Onganía.

La docencia universitaria ha querido, no pocas veces, desconocer o reconocer parcialmente dos aspectos de su labor, su carácter de trabajadores de la educación y su lugar estratégico en el compromiso del Estado con la producción de conocimientos socialmente relevantes para el conjunto del pueblo.

Esta fecha nos permite reivindicar nuestra convicción que la educación universitaria es un derecho humano de los pueblos y el compromiso de nuestro trabajo con una Universidad que asuma cada vez más fuerzas y sus desafíos para incluir a quienes la desigualdad educativa excluye de sus aulas y espacios académicos de investigación y extensión. Docentes que cada día trabajemos por una universidad pública, inclusiva, democrática y de calidad.

Los/as/es docentes en la enorme mayoría de las universidades argentinas desarrollamos nuestra labor conjuntamente con tareas de investigación, extensión y transferencia, como un modo de entender nuestro compromiso con la enseñanza, el aprendizaje y la producción de saberes. Estos recorridos han permitido que, ante la actual crisis producida por la pandemia mundial del Covid-19, varios de nosotros seamos parte de aquellos/as/es que desde el Estado pusieron su trabajo y su experiencia docente, de investigación, de extensión para contribuir en especial con los sectores más vulnerables de nuestra región. Un contexto en el cual la desigualdad educativa, que es desigualdad social, emerge con la peor crudeza y sin habernos dado tiempo a iniciar la reconstrucción proyectada en diciembre de 2019.

Son momentos que nos exigen paradójicamente poner el cuerpo a jornadas extensas, en donde la virtualización de la presencialidad es forzada por las circunstancias, pero asumida con enorme compromiso por la enorme mayoría de nosotros/as/es.

En medio de una pandemia que asola a la humanidad, tenemos una vez más, como en tantas otras luchas, en este día y en estos tiempos, un gran desafío, tal vez una nueva utopía. Buscamos que algo de todo aquello que genera nuestra presencia en las aulas pueda sostenerse o recrearse en tecnologías que no olviden nunca aquello que el gran maestro Paulo Freire nos enseñara “nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo, aprendemos juntos, en comunidad mediados por el mundo”.

*Profesora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

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