PRENSA

Por  Julián Tróccoli *

Los nuevos capítulos de la historia nacional, que escribimos día a día, demandan que la independencia se dispute en distintas trincheras y la soberanía, desde sus múltiples aristas, es una de esas. Soberanía que no puede pensarse exenta de la batalla cultural y de los imaginarios sociales construidos. En ese sentido, es necesario hacer un revisionismo histórico que implique repensar y cuestionar la misma, para dar cuenta de que país anhelamos.

En las transformaciones sociales y políticas que aún nos debemos, el empoderamiento de las mujeres e identidades feminizadas son indispensables. La historiografía debe reconfigurar su carácter patriarcal en las narraciones de nuestro mundo y sus vivencias reivindicando dichos cuerpos. Los cuales fueron invisibilizados pesé a su participación e influencia en la formación de la Argentina y Patria Grande que conocemos.

Una de las figuras que amerita ser recordada con mayor énfasis es Juana Azurduy, heroína de las guerras que llevaron a nuestra independencia y fundante del legado de combatir el colonialismo patriarcal que incluso en la actualidad nos sigue condicionando, cristalizando procesos que no se detienen.

Juana nació el 12 de julio de 1780 fruto de la alianza entre un padre propietario de fincas y de una madre chola, aunque quedo huérfana joven. Haber nacido mujer la destinó a la educación eclesiástica para ser monja, pero con tan sólo 17 años fue expulsada del monasterio por conductas inapropiadas. Su camino y obra no era ese. Su espacio estuvo siempre conectado a combatir las injusticias y opresiones que sufría su pueblo, abriendo entonces su recorrido en aportar a la independencia. Allí conoció a su esposo Manuel Padilla, con quien compartió su amor y el campo de batalla en distintos levantamientos.

Al mando de Juan José Castelli y Manuel Belgrano, Azurduy peleó junto a sus tropas revolucionarias donde mostró su fortaleza y destreza frente a los españoles. Su reputación de amazona valiente la reivindico en cada expedición y combate. En Potosí, con menos personas que su adversario, mató al jefe del ejército español y resulto vencedora. Victoria que le permitió ser nombrada Teniente Coronel y recibió el sable de Belgrano.

Su participación fue indispensable para derrotar a los realistas, sin embargo continuó su vida junto a su hija en la pobreza. Frente a esta situación Simón Bolívar la nombro con el rango de Coronel y le concedió una pensión por su valentía en las batallas, aunque años más tarde el gobierno conservador de Bolivia se la quitó y destinó a morir a los 81 años en la pobreza.

En el 2009 Cristina Fernández de Kirchner firmó el ascenso de grado post-mortem otorgándole el cargo de general a Juana Azurduy, reivindicando así su lugar en nuestra Patria. Un reconocimiento necesario para la primera mujer en obtener un rango militar. En un nuevo aniversario de su nacimiento la recordamos junto a su legado revolucionario que nos invita a seguir revisando la historia para tener un relato más fiel a nuestro pueblo.

*Secretaría de Género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

Pin It on Pinterest