PRENSA

Por Ulises Cremonte*

Hace 88 años nacía en Mendoza Joaquín Salvador Lavado, es decir: Quino. No solo fue el padre de Mafalda, sino también uno de los mejores humoristas gráficos de todos los tiempos. En otras palabras: un capo.

En varios reportajes Quino reconocía que uno de los objetos que más le costaba dibujar eran las cortadoras de fiambre. Manolito en su almacén tiene una, que cada tanto aparece en alguna tira de Mafalda. Dice que su técnica para mejorar su performance era mirar durante horas, en un almacén de su barrio la cortadora de fiambre. Y hay varios chistes donde aparecen cortadoras de fiambre, en todas perfectas con un grado de detalle, que supera incluso la realidad.

Recuerdo un chiste que a mis doce años no entendí. Imagen única de un inmenso local donde vendían locomotoras de tren. En el medio del dibujo hay una ventanilla, en donde dice no hay cambio en monedas. Por más que buscara la gracia no la encontraba. Era algo sin solución. Justamente  un chiste es eso, un falso problema que tiene una solución verdadera, porque nunca hubo un problema verdadero. Nadie necesita monedas para comprar un tren, ese es el falso problema. Y la solución real la carencia de monedas navega sobre esa nada.

En Mafalda, como en casi ninguna otra tira ha quedado retratada la clase media argentina, la de la década del 60, con su Citroën 3cv, su departamento, sus vacaciones en la playa, con su padre en la oficina, con la mujer en la casa, con la tele y los diarios arrojados debajo de la puerta. Aún hoy cuando se piensa en el “ideal” de clase media, aparecen esos cuadritos. 

En uno de sus chistes geniales: una mujer adinerada le indica a una sirvienta, esas de caricatura con plumero y vestido, que ordene un cuarto donde, de una de las paredes cuelga el Guernica de Picasso. En la siguiente viñeta, no solo la habitación está limpia y ordenada sino también el Guernica: donde antes había caos y muerte ahora hay orden y progreso. Es un ejemplo que suelo usar en las clases de escritura, les muestro el chiste y les digo: nunca se les ocurra ordenar el Guernica.

Mafalda, con su éxito se hizo póster, calcomanía, icono, “patrimonio de la humanidad”. Se la puede ver defendiendo causas por las que nunca se hubiese pronunciado. Pero es innegable su feminismo, sobre todo cuando interpela a su propia madre.

El primer libro se llamaba Mundo Quino. Lo tengo, es uno de los fetiches mas amados. Cuando lo saque de la biblioteca para ilustrar esta nota me di cuenta de que me faltaba la tapa. Solo después de comenzar a pasar las hojas y dejarme llevar por los chistes pude cambiar la melancolía por risa.

A Quino lo vi una sola vez en persona. Fue en una conferencia en la Feria del Libro, pero cuando se la organizaba en el predio de Recoleta. Era el comienzo de la democracia, y yo con mis doce años me aburrí soberanamente: habló mucho sobre política. Recuerdo a mi padre quejándose por la tibieza de Quino. Sin embargo en su humor suele tener un cierto marxismo ortodoxo, muchas veces de manual, con burgueses gordos y con habanos a lo Eisenstein aunque claro sin perder ni la gracia ni el ingenio.

Pensar en Quino es pensar en Ediciones de La Flor. Un matrimonio de fidelidades mutuas entre él y Divinsky. Algo ahí funcionó de una manera perfecta y a la vez añeja: pactos de caballeros de una industria editorial que lamentablemente ya no existe.

*Director de Ediciones de Periodismo y Comunicación. Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

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