PRENSA

Por Ana Negrete y Emilia Eizmendi

2.000, dos mil, cinco años y medio,  escribamos como lo escribamos son un montón de días. En ese tiempo un bebé reconoce que es una persona separada de su mamá, pasa de tomar teta a comer cualquier alimento, de solo moverse a upa a andar en bicicleta, de comunicarse a través del llanto a hablar de corrido.

A la vez en la historia de un país puede ser poco tiempo; sin embargo en sólo 4 nefastos años en Argentina se enunció nuevamente el concepto “presxpolíticx” se vivió en vivo y en directo como la voluntad de una persona y un par de corporaciones puede endeudar la vida propia y hasta la de 3 generaciones volviéndonos más pobres, más dependientes, más desiguales y por ende más infelices.

A días de asumir el gobierno Mauricio Macri en 2015, comenzamos a vivir un plan sistemático de violaciones a los Derechos Humanos. Siempre tuvimos claro que MM representaba los intereses de los poderes más reaccionarios y liberales de nuestro país, pero lo que quedó en evidencia fue que el poder que esta para hacer valer nuestros derechos constitucionales tenía precio.

En Jujuy asumía Gerardo Morales, cómplice de los peores atropellos a la democracia de la historia jujeña y porque no del país, caracterizado por su odio público hacía Milagro. La flaca, como le dicen sus compañeros/as/es, fue la primera presa de este programa de persecución y hostigamiento a dirigentes políticxs de la oposición.

Milagro representaba todo lo que el odio clasista, racista y machista no puede soportar y por eso en Jujuy se pergenio y ejecutó un plan de acción político- judicial que la tiene a ella como protagonista pero lo que intenta aleccionar es a toda la dirigencia política y a todos los sectores populares.

Las causas judiciales las fueron armando mientras la tenían presa, muchos dicen que, para darle tiempo de construir legitimidad al gobierno de Morales, como así, tiempo también para combatir las ideas que cobraban sentido en la maravillosa obra de la Tupac Amaru. Lo cierto, es que pasaron 2000 días y Milagro sigue siendo una presa política.

Y eso nos duele. Nos resulta insoportable. La corporación judicial tiene dueños y bien sabemos que no representan las voluntades populares.

Hace unos días, con más de 5 mil compañeras nos encontramos a lo largo y a lo ancho del país para discutir una reforma judicial feminista. Es indispensable que esta discusión sea tomada en todos los escenarios políticos, que este trasversalmente en nuestras agendas de lucha. Cuando hablamos de reforma, no solo hablamos de discutir los lugares de los jueces de todas las cosas, necesitamos transformar los paradigmas judiciales por los cuales hoy procesan y condenan personas. Las cárceles no pueden seguir siendo un lugar colmado de injusticias propias de este modelo desigual y patriarcal. Necesitamos reforma, incluso, para poder frenar el lafware. Esta herramienta de la derecha no puede preexistir sin costos, no podemos permitir que el tiempo y la vida de nuestros compañeros/as/es paguen la saña de este modelo neoliberal que hoy persiste en estos poderes.

A dos mil días de una injusta detención, que intenta enseñarnos que mejor callados/as/es y solos/as/es que juntos/as/es y con la cabeza en alto; ¿qué nos queda a las grandes mayorías que sólo tenemos entre manos la posibilidad de juntarnos, construir trayectos colectivos y tratar de multiplicar nuestras voces en una desigualdad mediática obscena?

Luchar, como en toda nuestra historia, nos queda hacer política con la convicción que para nosotros/as/es es el único destino para transformar la realidad y nos queda abrazarnos a la certeza que nuestras causas son causas justas e innegociables y por eso, más temprano que tarde, venceremos. 

Hoy, 8 de julio del 2021, volvemos a decir como peronistas y militantes de la justicia social, que con presos/as/es políticos/as/es la democracia agoniza y que ese asunto también está en nuestras manos.

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