Bandera argentina sobre flameando, detrás agua y montañas

PRENSA

Por Francisco Marano*

La mejor forma de conmemorar un nuevo 20 de noviembre es honrando la soberanía popular. Y la defensa y constitución de nuestra soberanía popular debe ser un ejercicio cotidiano que impregna múltiples y diversos aspectos de nuestra vida como sociedad.

Por eso creemos que reivindicar la soberanía popular, es la mejor forma de contribuir a la constitución de nuestro espíritu emancipador. Porque el ser soberano, autónomo, depende pura y exclusivamente de nuestro deseo de autodeterminación, del impulso popular por consagrar y defender las causas que permitan que cada argentino y argentina esté incluido dentro de un estado que cobije a cada uno/a/e. Y para poder lograr ese cometido, debemos aferrarnos a la defensa de nuestras causas populares.

La Defensa de nuestros bienes, la conciencia cultural de las posibilidades de desarrollo de la región, la explotación y exploración de nuestras fuentes de recursos, el desarrollo sostenible en la utilización de los mismos y sobre todo, el real interés de que los réditos de ese capital sean destinados a mejorar el destino de la mayoría de cada uno de los argentinos y argentinas, constituye el ideal de la soberanía a la que anhelamos, la que defendemos y la que militamos. Así lo ha hecho el C.E.C.I.M. La Plata desde hace 39 años y es la impronta que intentamos inculcar en la Cátedra Libre Malvinas: Políticas Soberanas, para la construcción de un pensamiento crítico y transgresor.

Eso es entender a la soberanía como derecho del pueblo de transformar el modelo cultural hegemónico. Es tener plena conciencia de los recursos ictícolas, de las posibilidades de desarrollo laboral que a cientos de compatriotas representa la explotación de nuestro Mar Argentino, de las capacidades de desarrollo productivo de nuestra industria, del potencial tecnológico de nuestros profesionales jóvenes a partir de que el acceso a la educación es irrestricto en las universidades públicas, es la defensa de nuestra soberanía alimentaria, que necesariamente se vincula con la explotación de la tierra y la industria alimenticia, es la posibilidad de explotación de nuestra Antártida, de el potencial que las investigaciones allí desarrolladas representan y también, del potencial que nuestra nación le puede otorgar al desarrollo de América Latina.

Pero también es contribuir con un ejercicio de memoria a que los atropellos contra nuestras causas soberanas sean castigadas con todo el peso de la ley. Como los delitos de lesa humanidad cometidos contra soldados argentinos en las Islas Malvinas, causas que hasta el día de hoy siguen impunes y que permiten que aquellos/as/es que torturaron a sus compatriotas cuando deberían haber estado defendiendo la bandera sigan caminando libres como si nada hubiera pasado. Como la vigencia de los acuerdos económicos que cercenan el futuro de miles de argentinos, sin que se haya determinado la responsabilidad de todos y cada uno de aquellos que jugando a la timba financiera hipotecaron el futuro de las próximas generaciones. Como esta nueva tendencia a las ideas de la derecha más recalcitrante que se jactan de sumar adeptos en las urnas, cuando lo único que pregonan es el sometimiento de los intereses de la nación a las potencias imperialistas.

Dar esa batalla cultural, también es constituir nuestra soberanía popular, y la única forma de salir victoriosos en la cruzada, es no olvidarnos, nunca, de cuáles son aquellos intereses que la soberanía debe defender. Porque son nada más ni nada menos, que los intereses de las grandes mayorías segregadas y marginalizadas, perseguidas por las fuerzas policiales en razón de la criminalización selectiva que se construye desde el modelo económico neoliberal, asesinadas por los gatillos fáciles de los mercados de la seguridad, invisibilizadas por los grandes medios de comunicación hegemónicos, avasalladas por la pandemia económica que las políticas regresivas imponen.

Por eso, hoy más que nunca, debemos aferrarnos a nuestra soberanía popular, porque no sólo ello constituye el camino hacia la prosperidad y la inclusión, sino porque además es la clave de la unidad que necesariamente debemos mantener, para evitar que las políticas que nos llevaron a los momentos más oscuros de nuestra historia se repitan.

*Profesor de la Cátedra Libre Islas Malvinas: Políticas Soberanas.

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