PRENSA

Por Carlos Ciappina*

“Los rieles del ferrocarril son una inmensa tela de araña metálica donde está aprisionada la República”. Raúl Scalabrini Ortiz. Política Británica en el Río de La Plata. 1940.

Había una vez una Argentina que tenía la ciudad-puerto más grande de América Latina; que poseía un sistema de ferrocarriles sólo comparable al de EE.UU. o Francia; una Argentina que recibía millones de italianos, españoles, franceses, irlandeses que venían a volverse ricos (o al menos eso pensaban); una Argentina que era la referencia del bienestar, de la opulencia y de la cultura a la europea en América. Hacia 1920 había dos polos que se proponían  conducir a  América: Los EE.UU. en el norte y la Argentina en el sur.

Y sin embargo, ese país, la Argentina, estaba condenada y no lo sabía. Contra el pronóstico del poder oligárquico –que soñaba con la grandeza argentina y el progreso indefinido-  ; contra la displicencia y la soberbia de la “cultura argentina” llena de artistas exquisitos incapaces de mirar hacia el interior de su propio territorio y pueblo, pues vivían obnubilados por Europa ; contra el “sentido común” de la época  , de los “grandes diarios ” que se auto halagaban por ser parte de la París de América ; en ese país que se comparaba con las potencias del mundo ,un hombre,  como diría Arturo Jauretche “lo vio todo”: Se llamó Raúl Scalabrini Ortiz.

Scalabrini Ortiz, con un método y una dedicación absoluta, va a desentrañar las razones de esa “condena a futuro”.

Scalabrini será el primero en señalar con detalle, basado en el análisis geopolítico y económico de la realidad que la Argentina de esa época, lejos, muy lejos de ser aquella potencia a futuro con la garantía del progreso indefinido, era, en realidad, una colonia más del Imperio Británico: “A nadie se le ocurría pensar que esa exuberancia visible podía no ser verdaderamente una riqueza argentina……..a nadie se le ocurría investigar quienes eran los dueños de esas usinas, de esos ferrocarriles. El capital era un detalle importante. Lo trascendental era esa ilusión de prosperidad en que nos mecíamos”. (Todas las citas son de Política Británica en el Río de La Plata.1940).

Y señalaba –en 1940!- con respecto al rol de la deuda externa: “La irrealidad alcanzó tal extremo, que los estadistas medían los grados de nuestra riqueza por el monto de las deudas que los banqueros extranjeros nos permitían contraer”.

Personaje multifacético Scalabrini, de profesión agrimensor, pero, sobre todo, enorme  escritor y ensayista, periodista y editor (llegó a ser corrector de La Nación, diario y salario al que abandonó por diferencias con la línea editorial del diario más importante de la época); también militante político, cercano al Yrigoyenismo y, finalmente, defensor del proyecto nacional del peronismo aunque nunca se unió orgánicamente al mismo.

Scalabrini se inició –como muchos otros escritores y escritoras de la época – en el entramado cultural de esa colonia próspera (para la elite) que era la Argentina. Pero, luego de su exilio forzado (participó del levantamiento cívico Yrigoyenista en 1933 y se refugió en Italia y Alemania) retornó a la Argentina y fue construyendo una mirada nacional y antiimperialista.

Sus vivencias europeas –a contrapelo de la lectura que hacía la elite oligárquica de la época- no le deparó sino el convencimiento de que aquí, se podía construir una sociedad mucho mejor que aquella: “El tan soñado viaje a París fue la muerte de una ilusión (…) Yo llevaba una estima reverente. Conjeturaba que los europeos eran, con relación a sus obras lo mismo que nosotros en relación a las nuestras: infinitamente superiores a sus realizaciones. Me equivoqué… En Europa, se produjo el mágico trueque de escalafones; comprendí que nosotros éramos más fértiles y posibles, porque estábamos más cerca de lo elemental…”.

Scalabrini se introduce en el estudio profundo y concienzudo del gran mito tecnológico-económico de la época: el Ferrocarril Británico en la Argentina. ¿Y que descubre? Que en vez de factor de progreso, es el ferrocarril británico, la razón del atraso: “La política británica sigue siendo en la República, de sofocamiento y de represión. El ferrocarril es su arma primordial, pues para eso, ante todo, fueron construidos. El ferrocarril extranjero es el instrumento del antiprogreso…”.

Scalabrini demuestra con números (analizando tarifas, convenios para la construcción de Ferrocarriles y  ventajas impositivas) que el ferrocarril británico es un instrumento de atraso. Todo el edificio económico construido por la elite oligárquica es puesto, de este modo,  en duda. Toda la lógica económica de la elite, sus banqueros, sus Ferrocarriles, sus puertos; será puesto bajo la lupa de un análisis antiimperialista.

Pero, Scalabrini no se queda allí, en una mirada que no es  exclusivamente economicista – y que preanuncia dos décadas antes la teoría de la dependencia)- Scalabrini desentraña todo el aparato político-jurídico-cultural que la elite ha construido para garantizar la dominación económica británica y favorecer sus propios intereses. Scalabrini descubre y señala que la dominación económica va de la mano de una dominación cultural:

Hay una Historia falsa: “La Historia oficial argentina es una obra de imaginación en que los hechos han sido consciente  y deliberadamente deformados, falseados y concatenados de acuerdo a un plan preconcebido que tiende  a disimular la obra de intriga cumplida por la diplomacia inglesa, promotora subterránea de los principales acontecimientos ocurridos en este continente”.

Hay una prensa falsa: “la prensa argentina es actualmente el arma más eficaz de la dominación británica. Es un arma traidora como el estilete, que hiere sin dejar huella (….). El diario pasa. Tiene una vida efímera. Pronto se transforma en mantel o envoltorio, pero en el espíritu desprevenido del lector, va dejando un sedimento cotidiano en que se asientan, forzosamente, las opiniones(…) Los que hemos seguido atenta y apasionadamente la marcha de nuestro periodismo, nos asombramos de su extraordinaria docilidad, nos asombramos de la disciplina, con que obedece a la voluntad británica”.

Scalabrini estudia la dominación extranjera desde los Ferrocarriles y termina analizando todo el aparato cultural que mantiene “sujeta” a la Argentina. Allí donde la elite oligárquica ve “progreso”; Scalabrini ve tristeza y desolación, de un pueblo extraviado de sí mismo: “Nuestra mayor tristeza proviene de no saber quiénes somos. Hablamos en castellano, pensamos en inglés, gustamos en francés, amamos en ruso, nos apasionamos en italiano….vivimos de prestado, abrumados por los preceptos de  estéticas y éticas lejanas. Recién hemos dado en saber que la primavera nos llega en setiembre y no en abril….”.

Scalabrini escribía sobre estos temas durante la década infame. Retomando a Jauretche,  Scalabrini es el que lo vio todo, vio la profundidad de la falacia oligárquica… Y también vio en aquellos años que van desde 1930 hasta 1945 que surgiría un movimiento popular para recuperar la nación. Escribía en 1940:   “Este libro mismo, y los que le seguirán, no son más que una parte, y muy pequeña, del gran movimiento de liberación que poco a poco germina en la conciencia argentina y que debe dar como consecuencia ineludible, la fundación de una verdadera nación, fuerte, próspera,  sana y segura de su destino, en que la realidad será la base de un espíritu de ilimitadas proyecciones”.

Faltaba un lustro para la llegada del peronismo; pero Scalabrini intuía su presencia. Por eso, quizás como nadie, describió aquel 17 de Octubre de 1945: “Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substrato de nuestra idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulo. Era el de nadie y el sin nada, en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por la misma verdad que una sola palabra traducía”.

Scalabrini Ortiz, teniendo a su disposición todos los medios y los halagos de la elite oligárquica, eligió desentrañar la tarea de destrucción de la Nación de la mano del capital internacional. Su obra fue y es desde aquellos años treinta y cuarenta, inmensa y premonitoria. Los/as pensadores nacionales han encontrado en la obra de Scalabrini los cimientos para estudiar los procesos de dominación imperialista hasta el día de hoy. Esa elección por la denuncia y la crítica lo envió –como nos dice el maestro Norberto Galasso- al campo de los escritores “malditos”: su nombre ocultado por las academias, su obra disminuida por la cultura oligárquica oficial.

Pero, la obra de Scalabrini –como toda obra verdadera- ha crecido  con el correr de los años. Cuando los gobiernos nacional-populares están en el poder recurren a Scalabrini para promover la ampliación de la soberanía nacional en todos los sentidos. Y cuando gobiernan los representantes de la elite, el movimiento nacional-popular recurre a Scalabrini para explicar la entrega de la Nación.

Por eso Raúl Scalabrini Ortiz y su obra es de absoluta actualidad, motivo por demás valedero para recodarlo en el día de su nacimiento.

*Profesor y director de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

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