PRENSA

Por el Dr. Claudio Panella *

Una de las consecuencias inmediatas de los sucesos que culminaron con la movilización popular del 17 de octubre de 1945 fue el posicionamiento del entonces coronel Juan Perón como candidato a la presidencia de la Nación en el comicio a llevarse a cabo el 24 de febrero de 1946, fecha fijada por el gobierno militar para iniciar la normalización institucional. Se conformaron así dos amplias coaliciones políticas que se disputaron las preferencias del electorado.

Por un lado, se constituyó la Unión Democrática, fuertemente opositora tanto al gobierno como a Perón, integrada por la Unión Cívica Radical, el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Partido Demócrata Progresista, cuya fórmula se integró con José Tamborini y Enrique Mosca, dos dirigentes radicales alvearistas de larga trayectoria en el partido. Los conservadores no integraron la Unión, pero apoyaron a sus candidatos. Por el otro, se unieron el Partido Laborista, recientemente creado por los dirigentes sindicalistas que se identificaron con la obra que desarrolló Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión, y la Unión Cívica Radical-Junta Renovadora, un desgajamento del partido fundado por Leandro Alem, a los que se sumaron pequeñas agrupaciones nacionalistas e independientes. El binomio lo integraron Juan Perón, en representación del laborismo, y Hortensio Quijano, del radicalismo renovador.

La campaña fue intensa –no faltaron hechos de violencia-, con acusaciones cruzadas de “fascismo” para los candidatos oficialistas y de defender “intereses antinacionales” para los opositores. Al respecto merece considerarse un hecho sucedido en plena campaña, como fue la publicidad por parte del Departamento de Estado de los Estados Unidos de un documento denominado Libro Azul, en el que se trataba de vincular al gobierno argentino y a Perón con la Alemania nazi durante los años de la guerra. Fue un evidente intento de desprestigiar la candidatura de aquel –y paralelamente de ayudar a la Unión Democrática- instrumentada por Spruille Braden, por entonces Secretario para Asuntos Latinoamericanos, quien se había desempeñado como embajador en nuestro país entre mayo y septiembre de 1945. En ese carácter, se había inmiscuido deliberada y descaradamente en los asuntos internos argentinos al tiempo de convertirse, con sus actos y declaraciones, en virtual jefe de la oposición política al gobierno y a Perón. La respuesta oficial estuvo a cargo del ministerio de Relaciones Exteriores, que refutó todas y cada una de las acusaciones publicadas, pero la réplica política interna la dio a conocer el propio Perón en el acto de proclamación de su candidatura. Allí, apelando a la veta nacionalista de una amplia porción del pueblo argentino, expresó: “¡Denuncio al pueblo de mi Patria que el señor Spruille Braden es el inspirador, creador, organizador y jefe verdadero de la Unión Democrática! […] Sepan quienes voten el 24 por la fórmula del contubernio oligárquico-comunista, que con este acto entregan el voto al señor Braden. La disyuntiva en esta hora trascendental es esta: ¡Braden o Perón!”.

Con el reconocimiento general de que el acto comicial había sido inobjetable –era la primera elección presidencial desde 1928 sin fraude ni proscripción-, el resultado favoreció a la fórmula peronista por 1.487.886 sufragios (52,8 %) a 1.207.080 (42,9 %).  Los triunfadores obtuvieron además 109 diputados frente a 47 de los derrotados y todos los senadores excepto dos. Asimismo, de los 14 gobernadores de provincia electos, 13 correspondían al naciente peronismo. De este modo, se iniciaba una nueva etapa de la historia de nuestro país signada por el reconocimiento de derechos políticos y laborales, la redistribución de la riqueza y la dignificación de los trabajadores.

*Profesor de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP

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