«Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad». Simón Bolívar 1829.
Una historia de violencias
Las relaciones entre América Latina y los Estados Unidos han estado –salvo en contadas excepciones- signadas históricamente por una tendencia permanente a la injerencia indebida desde la nación del norte, cuando no directamente el uso de la fuerza lisa y llana.
La historia latinoamericana está plagada de situaciones violentas por parte de los Estados Unidos. Sin pretender cubrir ni remotamente todos los casos, mencionemos aquellos mas relevantes: Ya la Doctrina Monroe (en 1823) planteaba la famosa frase “América para los americanos”. En 1848, al concluir la guerra entre EEUU y México, los Estados Unidos se apoderaron de mas de la mitad del territorio mexicano (los actuales estados de California, Arizona, Nuevo México, Texas, Nevada, Utah, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma). En 1898 ocuparon la isla de Cuba –recientemente liberada del Imperio Español – y la transformaron en un protectorado hasta 1959. En 1901, de la mano de Teodoro Rosevelt, las fuerzas norteamericanas apoyaron la separación de Panamá de Colombia. Esa nueva república –la de Panamá – será en la que entre 1903-1914 se construirá el Canal que será manejado en exclusividad por los norteamericanos, usurpando territorio panameño.
En el siglo XX las invasiones e injerencias se multiplicaron: nuevamente, sin pretender agotar su descripción, diremos que los Estados Unidos ocuparon Puerto Rico, invadieron Nicaragüa entre 1912 y 1933, ocuparon Haití en 1915 hasta 1933, invadieron Cuba en 1961 y la bloquearon en 1962.
También es relevante señalar que los Estados Unidos han apoyado los golpes de Estado contra los gobiernos democrático-populares y las dictaduras que les siguieron: apoyaron el golpe de estado contra el gobierno popular de Jacobo Arbenz en Guatemala (en 1954); apoyaron las dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay (desde 1954 hasta 1989), de Leónidas Trujillo entre 1930 y 1952 en República Dominicana; la dictadura de Augusto Pinochet en Chile (entre 1973 y 1990) y las dictaduras argentinas desde 1976 a 1983.
Mas recientemente han invadido la Isla de Granada en 1983 y Panamá (causando miles de muertos) en 1989.
Podríamos extendernos en una lista verdaderamente interminable de agresiones, pero no lo haremos pues esa lista ya existe y está disponible en la excelente obra de un gran periodista que fuera profesor en nuestra Facultad: Gregorio Selser.
Donald Trump y el neoimperialismo
Acaba de asumir nuevamente la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump (2025-2029). Un megamillonario que utilizó como slogan de campaña “hacer grande a Estados Unidos nuevamente”. El problema con ese slogan de campaña es que al parecer engrandecer nuevamente a los Estados Unidos parece implicar volver a agredir neocolonialmente a América Latina .
En su discurso de asunción, Trump fue paradojal: señaló que los Estados Unidos “no necesitan a Latinoamérica” pero, al mismo tiempo desarrolló su agenda para América Latina : 1. “Incluir a Cuba entre los países que promueven el terrorismo” . 2. “Debilitar” al “régimen” del presidente electo Maduro. 3. Recuperar el Canal de Panamá y 4. Promover las deportaciones masivas de inmigrantes provenientes de México y América Central.
Toda esta agenda resulta profundamente agresiva e intervencionista (recordemos que todos los países de América Latina son, obviamente naciones soberanas). Todo lo señalado por el presidente norteamericano es preocupante.
Señalemos que claramente Cuba no promueve el “terrorismo” y muy por el contrario ha sido agredida (y aún lo es por el bloqueo económico norteamericano) de un modo implacable desde hace décadas. Reseñemos también que el “régimen” de Maduro sufre sanciones económicas pese a que ha sido el país con mas elecciones y consultas populares de latinoamérica en los últimos veinte años.
El enunciado de Trump sobre el Canal de Panamá – expresamente dijo que trataría de “recuperarlo”- tiene el terrible antecedente de la invasión de Panamá ordenada por George Bush en 1989 y que causó 3.000 panameños asesinados. El Canal –obvio es decirlo – pertenece a la República Panameña y a su soberanía territorial y comercial.
Igualmente gravísimo fueron los dichos de Trump sobre los migrantes latinoamericanos que buscan mejorar sus vidas trabajando –en los oficios mas duros y peor pagos – de los EEUU. No es casualidad que la primera Ley que firma Trump en su segundo mandato es aquella que endurece las condiciones de detención de migrantes en Estados Unidos y facilita a la vez la deportación de los mismos hacia México o su país latinoamericano de origen. Las bases para esas medidas “antiinmigrantes” son claramente de índole racista.
La necesidad de un “nosotros”
Como podemos apreciar, hoy, Latinoamérica está nuevamente en riesgo: Los Estados Unidos –en crisis hegemónica mundial sobre todo contra China como competidor – han vuelto a posar su mirada expansionista sobre su territorio.
Nosotros tenemos, como comunicadores, una tarea fundamental: ayudar a promover un “nosotros” latinoamericano que nos permita preservar nuestras soberanías territoriales, culturales, comunicacionales, económicas y sociales de la presión creciente de la política invasiva norteamericana.
Reconocernos en un nosotros como latinoamericanos – sin dejar de lado nuestros matices que nos enriquecen – significa hoy darle sentido de unidad al universo latinoamericano y construir desde allí políticas comunes que militen contra el racismo, la xenofobia, la explotación económica y el saqueo de nuestros recursos.
Una tarea clave es, por lo tanto, promover una “mirada latinoamericana del presente” : donde los/as migrantes no sean catalogados como “delincuentes” sino buscadores de un mejor destino para sus familias; donde nuestra diversidad étnico – cultural sea la riqueza que nos fortalezca en la resistencia y la organización colectiva en la unión de repúblicas latinoamericanas sea la posibilidad – como en el rechazo al ALCA en el 2005 – de construir y avanzar para mejorar las vidas de nuestros pueblos.
Comunicar es nuestra tarea. Desenmascarar las noticias falsas, desnaturalizar lo naturalizado por el poder excluyente, apoyar los procesos democrático populares, alertar sobre el rol de las redes sociales y su impacto en la política, promover el conocimiento de nuestras realidades. Pero nuestra comunicación – mas allá de instrumentos y tecnologías – debe partir de una concepción clara: comunicamos desde y para América Latina.