La Facultad y el Círculo de Periodistas se suman a las críticas al discurso de Milei

TERCER GRUPO

Por Luciano Sanguinetti

Secretario de extensión

El discurso de La Libertad Avanza de las últimas semanas, centrado en el ataque a los periodistas, pareciera haber sorprendido a algunos. Ya vimos la mirada atónita de Cristina Pérez frente a Adorni que la trató de mediocre o los lamentos de Joaquín Morales Solá cuando el Presidente Javier Milei lo llama ensobrado. Pero lejos está eso de ser excepcional. En realidad, deviene de una estrategia discursiva que está en el centro de su concepción de la política y sus intereses. A ningún “destemplado” los Estados Unidos le presta 20.000 millones de dólares y los insultos sostenidos como campaña política no pueden ser tomados con liviandad. No porque nos resulten escandalosos, sino por las consecuencias políticas que conllevan.

Desde los orígenes de la retórica aristotélica, los discursos se analizan a través de tres conceptos. El Ethos, el Pathos y el Logos. El primero surge de analizar la autoridad del hablante, de dónde parte su poder. En el segundo, se advierten las emociones que dominan su discurso: qué sentimientos el interlocutor quiere expresar, transmitir o busca generar con sus palabras. En el tercero se encuentran las estrategias argumentativas. Qué conceptos dominan el habla del orador.

En cuanto al Ethos, Milei siempre se ubicó desde un saber específico: el de la economía. Con libros y disertaciones como profesor universitario, Milei ha impuesto la idea de que es un experto en “crecimiento económico con o sin dinero”. A lo largo de dos años, desde su irrupción mediática en programas de debates, Milei se definió como un defensor de las ideas del liberalismo extremo en la vertiente austríaca. Su remanida muletilla “la inflación es un fenómeno monetario”, lo posicionó en las antípodas de cierto lugar común de las ciencias económicas que, en general, hablaban del costo laboral, del tipo de cambio o del peso del Estado. Este discurso contrahegemónico se veía potenciado por su imagen estrafalaria, el pelo revuelto, la mirada furiosa, la voz destemplada.

Estos modos nos llevan al otro concepto aristotélico: el Pathos. Milei utilizó durante todo este periplo televisivo la furia como el rasgo saliente de sus interlocuciones. El improperio, la gestualidad procaz, el rostro ardiente, comenzó a ser el comentario cotidiano sobre este nuevo personaje de los programas televisivos, que rebotaba luego en redes y se hacía famoso. Algunos comenzaron a ver que esos ataques de furia conectaban con la bronca que dominaba el imaginario social. La pregunta era: ¿está loco o se hace?

Por último, el Logos. Milei comenzó a desarrollar en diferentes ámbitos y medios sus argumentos libertarios en el campo económico sobre la base de la teoría austríaca de la economía. Ludwig von Mises, Murray Rothbard, comenzaron a circular como los nuevos referentes de la economía local, en el que un extremo monetarismo se apalancaba con el cambio de época impuesto por la reconversión económica del mundo: bitcoins, financierización capitalista, economía de la atención, aceleracionismo. El salto tecnológico exigía un salto político. Milei era la novedad, la diferencia. Si todos los otros caminos habían conducido al fracaso (el radical, el kirchnerista, el macrista), había que tomar otro rumbo. El cambio. La libertad.

El agonismo liberal

En el fondo, la utilización por parte de Milei de estos tres artilugios tiene el claro objetivo de dar una batalla política. En dos grandes frentes. Contra la “casta” (el establishment político), que le permite ser el outsider, el que viene de afuera del sistema, aunque, paradójicamente, ahora está a su cargo. Una suerte de hacker de la política que infiltrado en el sistema lo destruye por dentro: el topo. ¿Cómo no podrían identificarse con Milei los jóvenes que se han visto siempre afuera del mundo solo conectados por redes y plataformas? ¿Cómo no van a encontrar afinidades con este personaje que utiliza sin eufemismos su lenguaje, desinhibido, soez? ¿O hay que explicar lo que significa mandriles?

En esa línea, Milei da la otra batalla. La batalla contra los administradores tradicionales de la información. Periodistas y medios consagrados, todo en medio de esa otra ruptura, la de la ecología mediática. Disputa entre viejos medios y nuevos medios, entre corporaciones que utilizan al periodismo como factor de poder y los usos, en apariencia, libres, autónomos, individuales, de las redes. Milei se para de ese lado, hace streaming cuatro horas con Fantino como si no tuviera otra cosa que hacer. Si Perón fue un hombre de radio, Menem de la televisión abierta, Cristina de palcos, Milei es streaming, tiktok, hipermediaciones, diría Carlos Scolari. El engranaje, diría Heidegger.  

Resulta una paradoja, pero el significante definitivo del populismo autoritario es la libertad, su mantra. En ese sentido hay un doble juego: romper el status quo y redefinir la democracia de siglo XXI. Tecnofeudalismo, guerra comercial y aceleracionismo. Y lo peor es que son mefistofélicos (rezan en las reuniones de gabinete, invocan a fuerzas del cielo, se declaran cruzados de un Occidente imaginario), devotos de un Dios aparte: el dinero.

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