Los lápices siguen escribiendo

PRENSA

Por Alberto Bozza*

El 16 de septiembre de 1976 la dictadura cívico militar presidida por Videla dejaba otra huella sangrienta en la ciudad de La Plata. El procedimiento, compuesto por la captura, secuestro, tortura y desaparición de personas, se aplicaba en todo el territorio, pero esta vez tuvo como víctima a una decena de adolescentes. Eran jóvenes, de entre 16 y 18 años, que cursaban la escuela secundaria. Habían reavivado una lucha cuyos orígenes se remontaban al período del gobierno peronista electo en 1973.

Durante aquella etapa, los alumnos platenses habían organizado una Coordinadora de Estudiantes Secundarios (CES). Los delegados más activos provenían del Bachillerato de Bellas Artes, del Colegio Nacional Rafael Hernández, de las Escuelas Normales N°1 y Nº 3, y del Colegio España ubicado en las calles 12 y 60. Además de alumnos que se consideraban independientes, en la CES participaban tendencias estudiantiles como la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), vinculada a la izquierda peronista y diversas agrupaciones de izquierda (Juventud Guevarista, Juventud Socialista de Avanzada, organizaciones juveniles del PCR, del PCA, etc.).

La reivindicación más significativa de la CES fue la conquista del boleto estudiantil. La medida respondía a una necesidad acuciante, especialmente luego de que la derecha peronista en el gobierno descerrajó, el 4 de junio de 1975, el Rodrigazo, un programa de brutal ajuste económico que provocó una devaluación del peso del 160%; una inflación anual del 777 %, la suba generalizada de precios y el desabastecimiento de alimentos, combustibles e insumos para el transporte.

Mientras el Concejo Deliberante platense trataba la cuestión, la CES organizó, el 5 de septiembre, una masiva manifestación hacia el Ministerio de Obras Publicas (MOP) ubicado en 7 y 58. Antes de que entregaran el petitorio, los estudiantes fueron reprimidos por la policía bonaerense dependiente del gobernador Victorio Calabró, un sindicalista metalúrgico enemigo jurado de la izquierda peronista (Montoneros, JP, JUP, UES, JTP, etc.). La masividad de las marchas y la firmeza de la organización secundaria lograron el triunfo el 13 de septiembre, cuando un decreto del MOP, implementó el Boleto Estudiantil Secundario.

La implantación de la dictadura, en marzo de 1976, cambió drásticamente la situación. No solamente el boleto estudiantil fue derogado en agosto de ese año, sino que el régimen militar descargó sobre el movimiento estudiantil los principales ataques del Terrorismo de Estado. Las universidades y los colegios fueron definidos, por las vulgares normativas castrenses, como fuentes o focos de la subversión y sometidos a la persecución, censura y a la destrucción desaforada de muchas de sus producciones científicas y culturales. La grotesca figura del subversivo, construida por los militares para su aniquilamiento, no tenía límites de edad ni condición social.(1)

Las actividades de resistencia de la CES fueron blanco de los ataques de los grupos de tareas platenses formados por militares, policías bonaerenses y civiles vinculados a la derecha peronista (CNU). Diez alumnos fueron secuestrados entre el 15 y el 16 de septiembre de 1976, varios militantes de la UES. Francisco López Montaner, María Claudia Falcone, María C. Ciocchini, Horacio A. Úngaro, Claudio de Acha y Daniel Racero están desaparecidos. “Nosotros éramos militantes políticos que nos oponíamos a la dictadura, el boleto estudiantil era una de las luchas”, recordó Emilce Moler, una de las sobrevivientes, además de Pablo Díaz, Gustavo Calotti y Patricia Miranda.

Las políticas de la memoria, los organismos de derechos humanos, la investigación histórica y la CONADEP permitieron reconstruir gran parte de los sucesos y visibilizar a los responsables. La captura provino de una orden del Batallón de Inteligencia 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y los efectivos policiales que participaron respondían al mando del coronel Ramón Camps, jefe de la institución en Buenos Aires.

Antes de ser asesinados, los jóvenes fueron sometidos a tormentos en las mazmorras del llamado Circuito Camps, centros de detención clandestina como la comisaria de Arana (137 y 640), el Pozo de Quilmes, el Pozo de Banfield; las comisarías 5º, 8º y 9º de La Plata y la 3º de Lanús, entre otros. Presumiblemente fueron asesinados en enero de 1977.(2)

¿Cómo recordar sus vidas y actos en estos tiempos? Como un mandato que renace en cada acto de rebeldía contra el autoritarismo, incluso el que en estos días muestra las caras del individualismo, la indiferencia, la mezquindad. Como una voluntad que brota en cada iniciativa de solidaridad con los que sufren, con los de abajo.

(1)Un catálogo de los lugares comunes del autoritarismo, el clericalismo y la indigencia intelectual puede hallarse en la publicación del Ministerio de Cultura y Educación, Subversión en el ámbito educativo (Conozcamos a nuestro enemigo), Bs. As., 1977. La vileza del aparato represivo ya había dado muestra de su repugnante barbarie: el 15 de abril de 1976 fue secuestrado, en Munro, el joven militante de la Fede Floreal Avellaneda, de 14 años. Su cuerpo, vejado y víctima de los vuelos de la muerte, fue encontrado en las costas uruguayas del Rio de la Plata. Página/12, 15 de febrero de 2009. 

(2)CONADEP, Nunca Más, Bs. As., EUDEBA, 1984, Capítulo II: “Víctimas. Estudiantes secundarios”.

*Docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP

Pin It on Pinterest