PRENSA

Por Elsa Huwiler*

El 1º de julio de 1974 la noticia nos conmocionó, había muerto quien fuera tres veces presidente de la Nación Argentina, el general Juan Domingo Perón. Nadie pudo expresar por escrito lo que sentíamos como el diario Noticias que, con letras enormes ocupando la mayor parte de la tapa del periódico, tituló con una sola palabra: “DOLOR”, debajo de la cual, el compañero Rodolfo Walsh escribió: “El general Perón, figura central de la política argentina en los últimos 30 años, murió ayer a las 13.15. En la conciencia de millones de hombres y mujeres la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá del fragor de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un Líder excepcional”.

Para muchos y muchas de los jóvenes peronistas de esos tumultuosos años, la sensación de tristeza, orfandad y desamparo nos invadió como si hubiéramos intuido los días oscuros que nos tocaría sufrir en adelante. Vino a nuestra memoria la evocación de una infancia esperando aquel “avión negro” en el que volvería el conductor desde el exilio, la hermosa leyenda transmitida por nuestros padres que nos llenaba de esperanza porque con él también volvería la justicia social, la dignidad y la felicidad de los trabajadores, destrozada por el golpe fusilador de 1955.

También retornaban las huellas dejadas por aquella adolescencia junto a las mujeres y hombres que durante las décadas del ’60 y ‘70 encabezaron la lucha de la Resistencia Peronista militando sin descanso, sin importar las persecuciones, proscripciones, prisiones, represiones y hasta la vida de muchas compañeras y compañeros. Y eso pasaba porque Él no era sólo eso, “Él éramos todas y todos”. Él fue todos y todas nosotros, desde aquel balcón del 17 de octubre de 1945, cuando luego de ser liberado por la fuerza y la organización de los obreros que había forjado desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, dijo a la multitud agolpada: “Trabajadores: únanse, sean hoy más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa tierra, la unidad de todos los argentinos”.

Él también fue todas y todos nosotros, cuando se despidió de su pueblo el 12 de junio de 1974, asomándose al balcón con un sobretodo a cuadros y dejándonos su mensaje póstumo, ante la emoción manifestada en abrazo y llanto de los jóvenes que allí estábamos, nos dijo: «Les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino». Y luego nos proclamó sus herederos… El heredero era el pueblo y no los intermediarios ni las dirigencias que pudieran querer arrogarse su representación. Pero, ¿cuál era su herencia?, ¿Cuál fue el legado que nos dejó? Fundamentalmente, nos otorgó una doctrina basada en los principios hechos bandera de la Justicia Social, la Soberanía Nacional y la Independencia Económica, implicando la redistribución de la riqueza, la industrialización del país y la dignificación del trabajo.

Nos confirió una identidad política, basada en la confluencia con los intereses de la Patria, el Pueblo y los de la clase trabajadora, una identidad fortalecida en la lucha aún vigente por lograr la felicidad de esa Patria y ese Pueblo. Nos entregó una visión de unidad nacional, continental y universal contra toda forma de dominación y opresión de los pueblos del mundo.

Esa misma causa y bandera que enarbolaron Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner  junto a los presidentes Lula da Silva y Hugo Chávez contra el ALCA en las históricas jornadas de la IV Cumbre en Mar del Plata. Nos dotó de un movimiento organizado y solidario, transmitiéndonos las bases esenciales de la conducción política para que podamos continuarlo, fortalecerlo y engrandecerlo. Nos asignó los símbolos de una cultura peronista, el escudo y la marcha que como decía un poeta “las marchas se hacen siempre para caminar”.

Hoy nuestro deber como militantes de ese movimiento es respetar esa herencia, ser leales y coherentes a esa doctrina y a esas banderas. E

n estos momentos difíciles de la Patria y el mundo por la pandemia, cuando iniciamos una nueva etapa de reconstrucción nacional ante la destrucción, la entrega del patrimonio nacional y el más grande endeudamiento de nuestra historia llevado a cabo por el gobierno neoliberal macrista, el mejor homenaje al General Perón es ser consecuente con su defensa de la Patria y los trabajadores, haciendo realidad la promesa que le hiciera el compañero José María Castiñeira de Dios en su “Requiem para Juan Domingo Perón”, al decir: “…Porque fuimos sus fieles seremos sus custodios, unidos por la fuerza vital de su memoria./Porque somos su Pueblo seremos su milicia, hasta que rompa el alba de la nueva victoria”.

*Abogada y secretaria de la Mujer del Partido Justicialista de La Plata.

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