PRENSA

Por Marina Arias*

Un 26 de agosto pero de 1914, en una Bruselas invadida por los alemanes, nacía Julio Florencio Cortázar: su padre era agregado comercial en la embajada argentina, y fue recién a los cuatro años que volvieron a nuestro país. Después de crecer en Banfield, un territorio literario que posteriormente aparecería en cuentos maravillosos como “Final del juego”, Cortázar se formó como maestro y profesor en la “Escuela Normal Superior Mariano Acosta” del barrio porteño de Almagro, y ejerció la docencia durante siete años (primero en Chivilcoy, luego en la Universidad de Mendoza) para volver a Buenos Aires en 1946, año en el que en Los Anales de Buenos Aires, revista dirigida porJorge Luis Borges, apareció su cuento aún más famoso y polémico: “Casa tomada”. Nacía así la literatura de Cortázar: una apuesta a romper los moldes clásicos escapando a la linealidad temporal, transitando la frontera entre lo real y lo fantástico, bordeando el realismo mágico e incluso el surrealismo.

Bestiario—su primer libro de cuentos publicado en 1951, poco antes de que disgustado con el peronismo se fuera a París, ciudad en la que residió durante el resto de su vida— le mereció el reconocimiento en el campo literario local. Luego se consagraría con las novelas Rayuela, 62 modelo para armar, Los premios, El examen, y los libros de cuentos Final del juego, Las armas secretas, Todos los fuegos el fuego, Alguien que anda por ahí, Historias de cronopios y de famas, Un tal Lucas, Queremos tanto a Glenda y Deshoras.

Además, fue un reconocido traductor, oficio que también desempeñó para la Unesco; tradujo la obra de Edgar Alan Poe del inglés y Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar del francés.

Invitado por Casa de las Américas para ser jurado de su concurso, en 1963 visitó Cuba y a partir de entonces nunca dejó de interesarse por la causa latinoamericanista.

En marzo de 1973 viajó a Chile en solidaridad con el gobierno de Salvador Allende; cruzó a Mendoza en tren y de incógnito, donde Osvaldo Soriano lo entrevistó para el diario La Opinión y escribió una nota memorable.

Tras el triunfo de la revolución sandinista y visitarla reiteradas veces, publicó Nicaragua, tan violentamente dulce, una serie de textos conmovedores que forman parte de lo mejor del periodismo narrativo latinoamericano. Además, derechos de autor de varias de sus obras fueron donados para ayudar a presos políticos de Argentina y del mundo.

Luego del despertar ideológico que vivió al tomar conciencia de las injusticias a las que era sometido nuestro continente, Cortázar manifestó haberse arrepentido de escribir “Las puertas del cielo”, un cuento que forma parte de Bestiario, y en el que patentizó burla y espanto hacia los migrantes del interior que habían empezado a frecuentarlos salones de baile porteños, y sugirió que “Casa Tomada” podría haberse tratado de una metáfora inconsciente sobre la sensación de las clases medias ante el ascenso de las masas peronistas.

En 1983, con la vuelta la Democracia, Cortázar hizo un último viaje a nuestra patria. Fue recibido cálidamente por sus miles de admiradores, en contraste con la indiferencia de las autoridades nacionales: el presidente Raúl Alfonsín se negó a recibirlo.

Murió el 12 de febrero de 1984 en París a causa de una leucemia. Dos días después, fue enterrado en el cementerio de Montparnasse en la misma tumba donde yacía su esposa Carol y donde hoy también están los restos de su primera mujer, Aurora Bernadez.

*Escritora y profesora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP

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