PRENSA

Por Ana Negrete*

No es la primera vez que escribo para este aniversario, espero tampoco sea la última. ¿Pero qué decir ya no dicho? ¿Qué aportar a la reflexión colectiva?

Que el recuerdo de Néstor se hace más inmenso cuando las papas queman, es poco académico pero absolutamente real.

Que las convicciones son la guía y que por eso no las vamos a dejar en la puerta de ningún lado, es repetido pero también es necesario y esperanzador.

Que hubo un día que pidió perdón en nombre del Estado argentino y qué se declaró hijo de las Madres, también está dicho pero cómo nos cambió nuestra perspectiva histórica cuando lo dijo y lo hizo.

Y así podría llenar hojas y hojas con frases repetidas pero absolutamente transformadoras.

Sin embargo la urgencia de hoy es otra, la urgencia es pensar sobre la práctica política, sobre qué hacer y cómo hacerlo cuándo el contexto es duro, cuando las salidas pueden ser agobiantes y cuándo lo que se juega no es lo que pasará mañana o pasado sino en la historia de estas y de otras generaciones.

Néstor fue el presidente con menos votos de la historia, empezó su mandato con una Argentina quebrada económica y socialmente, con una deuda agobiante y con los sectores que más pueden hacer crecer a un país (los/as/es trabajadores/as y la industria) desbastados.

En su primer acto de gobierno se subió a un avión para resolver un conflicto docente en Entre Ríos que llevaba más de dos meses. Sumó adhesiones y voluntades con actos de gobierno, simbólicos y materiales. Ambas cosas.

Y un día anunció el pago de la deuda al FMI. Y de ahí la historia contemporánea de nuestro país pasó a ser otra. Pagar la deuda, en ese contexto generó las condiciones para que ante la decisión política se pueda hacer sin hambrear, sin profundizar la exclusión. Y esa acción nos dio autonomía e independencia para crecer. Una Argentina pensada y construida desde Argentina. No es poca cosa y no es la regularidad de nuestra historia.

Hoy tenemos un debate, en otro contexto, con otras determinaciones obviamente, pero con la misma necesidad histórica; qué intereses priman y para qué lado de la eterna dicotomía patria o colonia se gobierna.

Y acá me detengo a decir que no en vano nuestras carreras de grado tienen múltiples historias como materias, no hay mucho nuevo bajo el sol, y quienes tenemos como anhelo comunicar desde una matriz que reconoce al otro/a/e como sujeto/a/e y no como un objeto al que manipular no podemos separarnos de nuestra historia, esa que se construye desde la tensión profunda y muchas veces cruenta entre los intereses del pueblo y las mayorías y las minorías que se creen dueñas de todo.

Muchas veces cantamos una canción que dice “Néstor nos guía, con Perón desde el cielo…” y para muchos/as/es de nosotros/as/es eso es más que una hermosa canción para arengar compañeros/as/es.

Es la certeza que la política se construye con valentía, con amor y con la claridad de para dónde hay que torcer la historia. Eso hizo Perón, eso nos enseñó Néstor.

Hoy nuestro país sufre, 4 años de macrismo, casi 2 de pandemia nos empobrecieron y profundizaron las desigualdades y de nuevo hay que mover la historia, cargársela al hombro y transformarla. No queda otra, para muchos/as/es no hay opción, o nos la jugamos o nos vencen.

Ojalá Néstor no se nos convierta nunca en un recuerdo vacío, ojalá siempre tengamos la valentía y la claridad de entender que la historia muy pocas veces da revancha, que cuando hay que jugársela la única opción es soñar y que ese sueño ilumine cada decisión, cada palabra, cada acción.

Ojalá cada vez que me toque escribir sobre Néstor, pueda decir que cuando el flaco del sur nos conquistó pensaba que una realidad de emancipación para el pueblo nunca iba a venir de la mano de la política y que me equivoqué feo, ojalá que todas las veces sigamos apostando a que cuando los/as/es nadies nos juntamos, somos mayoría y podemos hacer historia.

*Docente de esta casa de estudios, militante y feminista.

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