rosttro de Eva Duarte de Perón

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Por Carlos Ciappina (*)

“No entiendo los términos medios ni las cosas equilibradas. Sólo reconozco dos palabras como hijas predilectas de mi corazón: el odio y el amor. Nunca sé cuando odio ni cuando estoy amando, y en este encuentro confuso del odio y del amor frente a la oligarquía de mi tierra -y frente a todas las oligarquías del mundo- no he podido encontrar el equilibrio que me reconcilie con las fuerzas que sirvieron antaño entre nosotros a la raza maldita de los explotadores”. Eva Perón, Mi mensaje.

Hay personajes de la historia –y de nuestra historia- que tienen dimensiones y significados tan profundos que resulta imposible recordarlos o encuadrarlos en un solo marco de ideas.
Son esas figuras que definen , no sólo un período de la historia , sino que se entraman con los nudos existenciales de lo que somos o queremos ser como Nación. Son una definición de las luchas, los conflictos, las esperanzas, los anhelos y las posibilidades –alcanzadas o truncas – que nuestra sociedad imagina desarrollar o desea evitar.

¿Cuántos de nuestras figuras históricas alcanzan esa dimensión? Nos sobran en verdad los dedos de una mano. Y en ese puñado hay una mujer que ha sido y es “la mujer”, aquella “esa mujer” walsheana de la historia argentina: María Eva Duarte de Perón.

Hoy se cumplen 70 años de su muerte y como corresponde a su dimensión de trascendencia histórica , su recuerdo, su homenaje y su vigencia se entremezclan y entrelazan con las necesidades, urgencias, demandas y esperanzas del hoy, de nuestro conflictivo y complejo presente. Y allí, en nuestra mirada sobre el presente y nuestras urgencias y luchas actuales , la compañera Evita se envuelve de diferentes significados , de múltiples interpretaciones y su figura adquiere la dimensión que los diferentes luchadores/as y sus proyectos políticos buscan darle.

Evita ha tenido las dimensiones de todos los presentes desde su muerte en aquel doloroso julio de 1952. Para el peronismo en el poder fue al morir , inmediatamente la “Jefa espiritual de la Nación”; una figura indiscutida e indiscutible que se proponía trascendente a los partidos y las diferencias políticas. Para el antiperonismo – opositor y golpista- la enfermedad y la muerte de Evita fueron vividas con alegría , con ese odio que le dedicaron en vida y, mucho más y encarnizadamente , luego de su muerte.

¿Quién fue Evita? Solo puede responderse analizando a Evita en el contexto de su época, en los marcos culturales, políticos, sociales y sentimentales de la época que le tocó.
¿Qué significa hoy Evita? Una y mil cosas a la vez. Ha sido y es referencia, símbolo, bandera. ¿Cuál Evita? ¿La de “La razón de mi vida” o la de “Mi mensaje”? ¿La Evita capitana? ¿Evita montonera? ¿Evita de traje sastre? ¿La de los vestidos Cristian Dior?, ¿Evita con un pañuelo verde?, ¿Evita convertida en Santa de la Iglesia Católica? Cada década que transcurre construye su propia Evita. Cada momento nacional-popular vuelve sobre ella para buscar reafirmar su identidad.

La vida política de Evita se extendió por sólo siete años. Desde 1945 hasta 1952. De esos siete años, formó parte del gobierno que asumió en junio de 1946 y dos de esos años los pasó gravemente enferma. Podríamos decir que sus años políticos con capacidad de acción fueron sólo cinco en realidad. Sin embargo en esos escasos años dejó la huella política y social que hoy está absolutamente vigente.

Para los militares y la oligarquía, la peor pesadilla: una de las mujeres del pueblo en el poder. Pesadilla que había que exorcizar aún profanando y escondiendo su cuerpo al otro lado del mundo. Para los políticos de la partidocracia tradicional una mujer ambiciosa, trepadora e intolerante. Para las damas de la oligarquía una intrusa insoportable a su torre de marfil que ponía en evidencia toda la hipocresía terrateniente.

Para los sindicatos una vinculación política con Perón que garantizaba una aliada confiable y decidida, una que era “como ellos” y que no se doblegaría ante el poder; para los políticos tibios del propio peronismo, una figura a la que temer (incorruptible y exigente) y para el pueblo Evita significaba todo: luego de décadas de oligarquía indiferente -cuando no asesina-; Evita era la “Jefa espiritual de la Nación”, la mujer que siendo uno de ellos no se había olvidado nunca quien era y porqué estaba allí junto a ellos y a Perón.

Cuando Evita nació, un 7 de mayo de 1919, los obreros en la Argentina tenían un solo “derecho”: trabajar sin descanso. El año en que nació la compañera Evita fue el de la Semana Trágica: los obreros de los Talleres Vasena en la Capital Federal reclamaron por mejores condiciones laborales; fueron asesinados allí, en plena capital de la República, 1356 obreros. Cuatro mil fueron heridos y, como para completar la matanza, miles de familias judías fueron perseguidas por los jóvenes de la Sociedad Patriótica, un grupo para-policial que identificaba a la comunidad judía con el comunismo.

El 26 de julio de 1952 cuando Evita murió, los trabajadores/as argentinas eran quizás los que mejores condiciones laborales tenían en todo el mundo; y la propia Evita era -en sus palabras- el “arco iris de amor” entre Perón y la clase obrera.

Cuando Evita nació los hijos e hijas se dividían en dos: los nacidos “en el matrimonio” legal y los “ilegítimos”. Una división prejuiciosa que estigmatizaba a los niñas/os y que además afectaba los derechos de los nacidos “fuera del matrimonio”. Evita fue quien más luchó para terminar con esa desigualdad basada en el origen. El primer peronismo igualó los derechos de los niños/as nacidos fuera o dentro del matrimonio.

Cuando Evita nació el 7 de mayo de 1919 las mujeres no votaban. Ciudadanas de segunda, vivían tuteladas políticamente por los varones. No podían votar ni, por lo tanto, ser electas. Evita tomó este tema como una batalla personal; y no se detuvo hasta que el Congreso Nacional sancionó en 1947 la igualdad del derecho al voto femenino. Y no sólo eso, Evita creó el Partido Peronista Femenino e impulsó que en las elecciones de 1951 integraran las listas de diputadas y senadoras: en esa primera elección, logró que se eligieran 23 diputadas nacionales y 6 senadoras nacionales. El total de mujeres electas, contando las legisladoras provinciales, fue de 109. El mayor número de mujeres legisladoras de América en ese momento. De cero a casi un tercio (la representación que las mujeres recién volvieron a lograr en la década de 1990!). El Partido Peronista Femenino no era una “extensión” del Partido peronista; era – y así lo concibió Evita- un Partido aparte compuesto sólo por mujeres, organizado por mujeres y con candidatas mujeres a incluir en las listas de las diversas elecciones nacionales y locales.

¿Evita feminista? Evita se sentía y actuaba como parte de una revolución; de una revolución plebeya , una revolución de “trabajadores” , de los “descamisados” , de los “grasitas” y de las mujeres como parte de ese universo destratado, discriminado y vulnerado. En el ideario de Evita el peronismo venía a reivindicar como un todo a los trabajadores históricamente explotados por la oligarquía , pero esa explotación no era para todos igual, tenía clara conciencia de los que hoy llamaríamos “desigualdad de género”: “si nuestros compañeros se sintieron proletarios porque les fueron negados el acceso a la propiedad y a una existencia mejor y no gozaron mas que de una ficticia libertad política regulada por la reacción y negada por el fraude, nosotras las mujeres fuimos menos libres y mas explotadas. Si los trabajadores conocen la repugnancia que hay en comercializar el trabajo a bajo precio considerándolo no como el esfuerzo a través del cual el hombre se realiza , sino como una mercancía más en el mercado del consumo capitalista, esa repugnancia ha sido doble en la mujer. Y si al hombre se le impidió el goce total de la vida ciudadana, a la mujer laboriosa como él, mas negada que él y mas escarnecida que los hombres , se le negó también y en mayor proporción el derecho a rebelarse, asociarse y defenderse” (discurso de Eva Perón, 23 de febrero de 1951).

Cuando Evita inició su vida política, el principal destino de la mujer del pueblo era la casa, el convento o el prostíbulo. Cuando Evita murió en 1952, las mujeres del pueblo votaban y eran electas, eran reconocidas como trabajadoras, sindicalistas, políticas, militantes, aspiraban a ser profesionales…Evita lo definió tajantemente: “Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y numérico dentro de la sociedad”.

Cuando Evita llegó al poder las/los niños y las niñas recibían lo que les sobraba a las damas de la sociedad oligárquica, que organizaban tea parties, juego de canasta y colectas para recaudar fondos mientras se entretenían y así “ayudar” a los niños/as pobres que “se lo merecían”. Lo que les sobraba a los ricos iba a la Sociedad de Beneficencia. Los niños/as desamparados ingresaban a hogares donde eran rapados, despersonalizados y vestidos con uniformes grises que denotaban claramente que estaban allí porque eran pobres.

Cuando Evita murió en julio de 1952 los niños/as eran verdaderamente los únicos privilegiados de la Argentina: Hogares Sociales en donde las ropas, las camas, los cubiertos de mesa y los libros eran –como los quería Evita y lo corroboraría la Comisión gorila que “investigó” a la Fundación- “hasta lujosos”. Nada de uniformes grises y oscuros, sino ropas nuevas que se cambiaban regularmente; nada de encierro, vacaciones para los que nunca habían viajado, nada de juguetes rotos sino juguetes como los que disfrutaban los niños/as de la elite; torneos deportivos, guardapolvos y útiles escolares para todas/os…..un parque temático -La República de los Niños- construida en donde estaban antes las canchas de golf de los gerentes de frigoríficos ingleses y norteamericanos…

Cuando Evita nació, las familias pobres eran la enorme mayoría del pueblo argentino, y el Estado no tenía ni una sola institución para su acompañamiento -salvo las cárceles- claro. Evita revolucionó la “ayuda” social. Desde el Estado instaló el principio de Justicia Social que la propia Evita volvió a definir de un modo preciso: “donde hay una necesidad, hay un derecho”. Una política social basada en los derechos la llevó a poner en marcha la Fundación Eva Perón y a motorizar la construcción de Barrios Obreros, Escuelas públicas, hospitales públicos y transformar así la “ayuda” social en una acción que el Estado estaba obligado a realizar y los destinatarios/as tenía como derecho a recibir y, por los cuales luchar.
Cuando Evita se incorporó a la lucha política, la vejez era, para los /as personas de condición humilde, ingresar a la incertidumbre y el sufrimiento. Evita motorizó los “derechos de la ancianidad”. No sólo se garantizaban el derecho a la jubilación para todas/os los que habían trabajado toda su vida, sino se instituyó por primera vez figura de la pensión para todas/os aquellos que no habían podido aportar. Los derechos de la Ancianidad eran a la alimentación, a la vivienda, al vestido, a la salud física, a la salud psicológica (moral en el lenguaje de la época) al esparcimiento, al respeto…. Como los derechos de la niñez, tuvieron rango constitucional en la Constitución de 1949.

Para poner en marcha toda esta energía revolucionaria -Evita hablaba, se refería y se sentía, parte de una Revolución- creó la Fundación Eva Perón. Le dedicó a la Fundación una energía inagotable y un entusiasmo indetenible. No por tedioso es menos necesario señalar los logros de la Fundación: construyó 19 hogares escuela con una concepción federal. Los niños ingresaban como internos —por razones de extrema pobreza o distancia— o externos. En los dos casos concurrían a la escuela estatal en un turno y en el otro recibían apoyo escolar en el hogar. La Fundación se creó a imagen y semejanza de lo que Evita soñaba para todo el pueblo: no sólo los derechos sino, un paso más allá: el disfrute, el goce y hasta el lujo.
Se levantaron 21 hospitales y policlínicos en 11 provincias. Se incrementaron un 100% el número de camas de hospital disponibles en el país. Construyó cinco Hogares de Ancianos. Miles de ancianos desamparados por la argentina oligárquica encontraron allí refugio por primera vez. Mil quinientos cubiertos era la capacidad del comedor del Hogar de la Empleada. Tenía precios bajos y estaba abierto al público. Evita solía cenar allí.

Quinientas mujeres podían encontrar alojamiento en el Hogar de la Empleada, en un edificio que construyó la Fundación en Avenida de Mayo 869. De los once pisos, nueve eran dormitorios. El Hogar estaba dirigido a todas aquellas mujeres que recibían un sueldo menor a $ 500, que no poseían vivienda ni familiares directos en la ciudad de Buenos Aires. Se levantó el Primer Hogar de Tránsito en la Argentina que atendió 60.180 personas hasta que se les entregara una vivienda.

El objetivo era remediar la escasez de vivienda, dando un amparo momentáneo. Veinte países recibieron ayuda de la Fundación en 1950. Se les enviaban víveres, medicina y ropa. Incluyó ayuda a países como España, Israel y los barrios negros de Nueva York.
Construyó la Ciudad Universitaria de Córdoba Estaba dispuesto que alojara a 400 alumnos argentinos y 150 extranjeros, distribuidos en 15 pabellones. Se crearon 181 proveedurías en todo el país para abastecer con artículos de primera necesidad a valor por debajo del costo a las familias más vulnerables de todo el territorio nacional. Se organizaron con la Fundación los campeonatos infantiles “Evita” y los juveniles “Juan Perón”, concurrían a los mismos 120.000 niños al año. Se les realizaba a los niños un amplio control sanitario a nivel nacional.

La Fundación distribuyó 3.000.000 de libros escolares y un número no establecido de, juguetes, máquinas de coser, bicicletas, y prendas de ropa entregados diariamente en todo el país.
Se creó la Escuela de Enfermeras en el espacio de la Fundación Eva Perón, aportando a los programas de prevención y atención sanitaria, el más capacitado personal en esa área. Formadas en la concepción de la medicina social del Dr. Ramón Carrillo.
Y Evita además, hacía política; y vaya si lo hacía: hacia los “contreras” dirigía toda su verborragia antioligárquica, esos discursos cada vez más sustanciosos, más conscientes de la profundidad a la que había llegado el peronismo y a la que podía llegar aún.

¿Evita una “santa” de la Iglesia Católica? No se necesita ser un erudito en peronismo para encontrar las referencias de Evita hacia el cristianismo . siendo ella misma una cristiana y estando acompañada por su confesor hasta su misma muerte. Su reivindicación del cristianismo se emparenta –empero- directamente con lo que sería, años después la Teología de la Liberación. Para Evita el cristianismo había sido también una revolución de los pobres, la lucha por terminar con la injusticia y, en ese entendido , cristianismo y peronismo eran compatibles en tanto buscaban la justicia social. La Iglesia Católica era otra cosa……En su último texto “Mi mensaje” aclara perfectamente los términos: “Entre los hombres fríos de mi tiempo señalo a las jerarquías clericales cuya inmensa mayoría padece de una inconcebible indiferencia frente a la realidad sufriente de los pueblos…….En ellos simplemente he visto mezquinos y egoístas intereses y una sórdida ambición de privilegio. Yo los acuso desde mi indignidad, no para el mal sino para el bien. No les reprocho haberlo combatido sordamente a Perón desde sus conciliábulos con la oligarquía. No les reprocho haber sido ingratos con Perón, que les dio de su corazón cristiano lo mejor de su buena voluntad y de su fe. Les reprocho haber abandonado a los pobres, a los humildes, a los descamisados, a los enfermos, y haber preferido en cambio la gloria y los honores de la oligarquía”.

¿Hubiera deseado ser “elevada” a “Santa” por esa jerarquía que ella misma despreciaba? No lo sabemos porque esa búsqueda de “santidad” es de estos días –no de aquellos-. Pero yo personalmente lo dudo. La mujer que dejó como legado la siguiente frase no hubiera querido ser alejada de su pueblo descamisado: “Cristo les pidió que evangelizasen a los pobres y ellos no debieron jamás abandonar al pueblo donde está la inmensa masa oprimida de los pobres. Los políticos clericales de todos los tiempos y en todos los países quieren ejercer el dominio y aún la explotación del pueblo por medio de la iglesia y la religión. Muchas veces, para desgracia de la fe, el clero ha servido a los políticos enemigos del pueblo predicando una estúpida resignación… que no sé todavía cómo puede conciliarse con la dignidad humana ni con la sed de Justicia cuya bienaventuranza se canta en el Evangelio”.

A los/as compañeros/as del mundo obrero y del mundo partidario les exigía lo mismo que ella daba: todo. Consciente de los peligros que para el ascendente peronismo significaba la llegada de compañeros/as al poder y sus atributos, Evita repetía una y otra vez sus prevenciones hacia los modos y las trampas de la oligarquía; su temor a que los militantes se transformaran en oligarcas o, peor aún; en tibios: “«Le tengo más miedo al frío de los corazones de los compañeros que se olvidan de donde vinieron, que al de los oligarcas»”.

En su extraordinaria lucidez percibió –quizás antes que nadie- la fragilidad del peronismo si, en vez de recostarse decididamente en la clase trabajadora buscaba conciliar con las fuerzas económicas y sociales de quienes habían surgido en el viejo país liberal. Dispuesta a todo, hasta armó a la CGT con el objetivo de defender la revolución peronista.
Jóven, decidida, intolerante con la injusticia, hiper activa, Evita nunca dudó de la conducción de Perón. No hay una sola frase, discurso, palabra que nos haya llegado en donde Evita criticara a su compañero de vida y político (que en el caso de ambos era lo mismo). El “Evitismo” como interpretación de una Evita “enfrentada” a un Perón conservador es –a no dudarlo- una forma de gorilismo. Defenestrar a Perón elevando la figura de una Evita sumisa y opacada por el líder nacional puede ser una estrategia política, pero es seguro una falta a la verdad histórica.

Una cosa es –empero- cierta: Evita; a diferencia de todos los gobiernos anteriores de la historia argentina y aún de la figura del propio Perón; no era la “representante” del pueblo en el poder: era, ella misma, por su historia y por su origen el pueblo en el poder.
Lisa y llanamente el pueblo en el poder….Y por eso no es casual que sus últimas palabras en un discurso público – 1 de mayo de 1952- fueran claras: “Nosotros somos el pueblo, y yo sé que cuando el pueblo está alerta, somos invencibles, porque somos la patria misma”.

(*) Vicedecano FPyCS

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