chicas con pañuelos verdes en defensa del aborto

GÉNERO

28 de septiembre: Día de la Acción Global por el derecho al aborto legal

por Luciana Isa (*)

El 28 de septiembre, día de Acción Global por el acceso al Aborto Legal y Seguro, se gesta en el marco del V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe que tuvo lugar en Argentina, durante el mes de noviembre de 1990. Este impulso se dio en el ámbito del taller sobre aborto, organizado por la Comisión por el Derecho al Aborto en Argentina y por las Católicas por el Derecho a Decidir de Uruguay, y contó con la participación de feministas provenientes de varios países, entre ellos Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay y Perú . La propuesta buscó visibilizar el aborto inseguro y clandestino como primera causa de mortalidad de las personas con posibilidad de gestar en muchos de estos países, así como también potenciar el reclamo colectivo por la legalización de la práctica.

Desde esa fecha a esta parte, fue exponencial el crecimiento del movimiento feminista y de los colectivos de la diversidad, que se da a la par de lo que podemos evocar como “década ganada” en materia de reparación y ampliación de derechos humanos, que sin dudas fueron el resultado de una articulación entre este conjunto de actores, sumado al accionar de los movimientos y organizaciones sociales, políticas, de derechos humanos, actore/as políticos y el Estado, que tras año de luchas logran una correlación de fuerzas en la disputa por el sentido en favor de las minorías, transformando las reivindicaciones en políticas públicas con respaldo normativo .

Como parte de esa narrativa, posteriormente emerge con una fuerza irreversible y arrolladora la marea verde, que dio vueltas alrededor del mundo a través de los medios de comunicación tras el grito de #Ni Una Menos, entrado el 2015. Y ya no hubo retroceso: la marea vino para quedarse. Tras esa irrupción, y múltiples presentaciones del anteproyecto de Ley ante el Parlamento por la Campaña por el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Gratuito, y luego de que casi se obtuviera una sanción en 2018 – que no fue por no alcanzar los votos en la Cámara de Senadores – entrada la madrugada del 30 de diciembre de 2020, finalmente tuvimos Ley de Interrupción Voluntaria del Embrazo (Ley N° 27.610), y en los meses siguientes, su correspondiente reglamentación.

Ley que es complementada con el Plan de los 1000 días, que viene a dar respuestas a una demanda histórica y que es la real disputa por el sentido de legislar sobre nuestros cuerpos. Los feminismos nunca quisimos hacer apología del aborto, sino que demandamos que el Estado legisle, regule y garantice nuestro derecho para decidir cuándo, cómo y en qué momento gestar. Lo cual tiene que poder abordarse con políticas públicas que brinden y garanticen el acceso para acompañar una planificación familiar deseada, consensuada y en condiciones dignas. Y este punto es clave para comprender y dimensionar la amenaza a la cual nos estamos enfrentando como sociedad en un estado de derecho.
El proyecto ideológico de la derecha ya no se oculta, no recure a eufemismos para intentar ampliar sus filiales y romper su techo electoral, seduciendo a votantes que se hacen eco de consignas rimbombantes que prometen libertad y que, significativamente, se construyen discursivamente desde la articulación de enunciados textuales que buscan lograr un efecto de sentido asociado a la idea de romper, eliminar, serruchar, suprimir, cortar, acabar, terminar (con la casta política, con el Estado, con lo público que produce déficit, con los derechos de todas, todos, todes). Sin embargo, la performance de irracionalidad no tiene expectativas de quedarse en la espectacularidad del show, pese a que hay momentos en los que pareciera que tanta insensatez es imposible de llevarse a la práctica. Convencernos de semejante falacia, sería caer en un grave error.

Las derechas avanzan a gran velocidad, una velocidad que supera en tiempo, el que llevan los procesos de luchas por las conquistas sociales y ampliación de derechos, sobre todo de las minorías. Siempre fue así, la historia sirve de testigo, y esta vez no pretende ser de otro modo.

Lo que sí es diferente es la amplitud, la contundencia, la fuerza y el volumen que ha cobrado el movimiento de mujeres, disidencias y feminismos, a lo largo y ancho del país, como en toda la región y en el mundo, y su potencial desarrollo, siendo su punto de inflexión el grito del Ni Una Menos. Esto no admite marcha atrás y, por lo tanto, es ahí donde debemos estar más alertas y atentas porque esa gran marea verde será el freno para cualquier intento de anular los derechos conquistados y el sentido de nuestras luchas.

Nuestros cuerpos no son un territorio de disputa, no se discuten ni se plebiscitan. Nuestros cuerpos simbolizan los cuerpos de las compañeras que ya no están, las que violentaron y mataron por el sólo hecho de ser mujeres, travestis, trans u otras identidades feminizadas, por quienes ven en ellas una amenaza. Simbolizan los cuerpos que las estadísticas no cuentan porque murieron en la clandestinidad, los que el capitalismo desecha, vulnera, criminaliza porque son los cuerpos que no importan.

Por estos cuerpos y tantos otros, hoy más que nunca, desde la Universidad Pública tenemos el compromiso y la responsabilidad de alzar la voz para gritar que “la libertad es nuestra” y la determinación sobre nuestros cuerpos también. Los derechos conquistados ya no tienen marcha atrás: Será Ley para siempre.

(*) Prosecretaria de Género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP

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