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por Luciano Sanguinetti (*)

Es difícil escribir sobre José María Ferrero, el gordo, como le decíamos, sin pensar que estamos haciendo pelota la gramática. Que la coma no va donde la pusimos, que sería mejor un punto, que la frase es muy larga y no aporta nada nuevo. Y más difícil todavía ahora que el tipo ese no está para corregirnos. Pero así es la vida. Fue uno de los profesores históricos de la vieja Escuela Superior de Periodismo y un hombre fundamental en el pase a Facultad. Nos enseñó más de lo que aprendimos. Teníamos diferencias políticas, etarias, de estilos, de procedencias, pero siempre nos trató con respeto, cariño y ese humor particular del que siente que ya está más allá de todo mal. Un día me dijo, riéndose, que nosotros (me refiero a los jóvenes que de la agrupación Rodolfo Walsh) que una vez fuimos incendiarios nos tocaba ahora ser bomberos. Fue un profesor de la vieja escuela y formó parte de una generación de ilustres docentes de las letras de nuestra Universidad. Egresado de la Facultad de Humanidades, fue, además de profesor de la vieja Expresión Oral y Escrita I, director de la Editorial de la Universidad, poeta, editor, y corrector de muchos nóveles escritores de nuestras letras locales. Se consideraba más un lector que escritor. Y eso no era poco, si conocimos la vasta biblioteca de su casa. Hasta siempre, saludos a toda su familia, con afecto.

(*) ex decano de la Facultad, docente

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