PRENSA

Por Aura Isabel Mora y Analía Eliades.

Aunque no se alcanzaron los números para ganar en primera vuelta, la obtención del 40,32% de los votos a favor del Pacto Histórico con la fórmula Petro-Francia es histórica e instala el sueño de que otra Colombia es posible.

Antecedentes y contexto

Como todas las elecciones presidenciales en Colombia, así como las de cualquier otro país, las del domingo 29 de mayo revisten una importancia especial. En el pasado, el debate electoral y político se limitaba a definir a los candidatos que avalaban los dos partidos políticos tradicionales y de derecha, el Liberal y el Conservador, y elegir entre estos dos, dentro de un cerrado bipartidismo que dominó la escena política durante toda la vida republicana del país y que dejaba siempre por fuera a cualquier otra alternativa política e ideológica. Esto implicaba que la izquierda optara por la vía armada, lo normal en las décadas de los sesenta y setenta (con la peculiaridad de que, en Colombia, esa característica se prolongó hasta estos tiempos). Pero a finales de los ochenta, el panorama político bipartidista cambió.

Y es que surgió un problema mucho más complicado que la izquierda y su guerrilla. Las administraciones de los periodos 1982-1986 y 1986-1990 (Betancourt y Barco) cambiaron su frente de batalla hacia el narcotráfico, y para finales de los ochenta, se presentaban a las elecciones (en las que se habían asesinado a cuatro de los candidatos), además del candidato del Partido Liberal (Gaviria que reemplazaba al asesinado Luis Carlos Galán); dos candidatos conservadores, uno por el propio partido (Lloreda Caicedo) y otro (Gómez Hurtado) por un movimiento disidente, pero conservador al fin y al cabo; un candidato por el movimiento AD M-19 de la guerrilla desmovilizada (Navarro Wolff, en reemplazo del asesinado Carlos Pizarro); y se dejaba de presentar la Unión Patriótica, el partido de izquierda, cuyos candidatos fueron asesinados (Pardo Leal y quien lo reemplazó: Jaramillo Ossa), así como a casi la totalidad de sus miembros. El ganador en esas elecciones, Gaviria, continuó en su periodo (1990-1994) con la guerra en contra del narcotráfico.

Para el cambio del milenio, el convulsionado panorama político mostraba a un cambiante e infeccioso narcotráfico “jugando a tres bandas”, que tenía corrompido a todos los actores del inveterado conflicto colombiano: al paramilitarismo, al gobierno y a sus militares, y a la guerrilla. Pero fue la guerrilla, esta vez la de las FARC, la que se constituiría en el problema referente a combatir; por lo que el discurso antisubversivo y antizquierdista fue herramienta y arma decisiva para que, en el 2002, Uribe no solamente obtuviera la presidencia, sino que se hiciera reelegir, mediando una reforma de la Constitución a su conveniencia. Además, obtuvo mayorías en el Congreso y en las regionales y locales, y tuvo suficiente poder para designar a los dos siguientes presidentes (Santos y Duque), el último más conocido como “por el que diga Uribe”, y ganara cuatro de las cinco elecciones presidenciales en las que han participado él o sus designados (2002, 2006, 2010 y 2018), perdiendo solamente una (2014) con Zuluaga, contra su anterior designado.

El Pacto Histórico y una fórmula para la esperanza

Tanto en las pasadas elecciones de 2018, como en las presentes, el contendiente del uribismo es Gustavo Petro, quien ha ejercido la oposición política, efectuando control político desde el Congreso, denunciando la corrupción, los vínculos con el paramilitarismo y con la mafia del narcotráfico y la violación de derechos humanos por parte de los gobiernos controlados por Uribe.

La fórmula se completa con la arrolladora fuerza de las mujeres, representada por la candidata a la Vicepresidenta, Francia Márquez, abogada, con una militancia comprometida ambiental que la llevó a recibir el Premio Goldman en 2018, conocido como el “Nobel Ambiental”; y que fue presidenta del Consejo Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia y contribuyó a la incorporación del capítulo étnico del Acuerdo de Paz. Se define como “hija del pueblo negro, raizal y palenquero, madre de dos hijos. Nací en Suárez, Cauca, entre una montaña surcada por dos ríos, un territorio ancestral donde aprendí el valor de la tierra. Mis raíces son los pasos de cientos de miles de seres humanos esclavizados que entregaron su vida y trabajo por parir la libertad para esta nación. Desde muy joven hice de este legado mi mandato, mi sentir y mi pensar. De ellos y ellas aprendí que la dignidad no tiene precio y que resistir no es aguantar”.

Todo parecía indicar que los ganadores fueran, en primera vuelta, Gustavo Petro y Francia Márquez, del Pacto Histórico. No obstante, finalmente, Petro y Márquez sólo obtuvieron un [presunto] 40,32 % de los votos (pues, la sospecha de fraude electoral, con los gobiernos uribistas, siempre estará latente). Igualmente, todo parecía indicar que, en esta ocasión, “el que diga Uribe” era el candidato Federico Gutiérrez, quien oficialmente estaba apoyado por el partido uribista Centro Democrático; mientras que otro de los candidatos, que “desprevenidamente” ya había manifestado afectos por Uribe, se mostraba “independiente” y “ajeno al uribismo”, era avalado por un partido escoba o “atrapalotodo”, denominado Liga de Gobernantes Anticorrupción, fundado en 2019 con la finalidad específica de avalar la candidatura presidencial de Rodolfo Hernández (de 77 años), terminó siendo el “as bajo la manga” de Uribe y sus seguidores, con quienes realmente, pero de manera subrepticia, hacía equipo.

Rodolfo Hernández obtuvo un 28,19 % de los votos, el paso a segunda vuelta y el obvio respaldo de las alianzas uribistas, incluido el de Federico Gutiérrez, quien se quedó por fuera de la contienda con un 23,91 %. Los otros candidatos, Sergio Fajardo y John Milton Rodríguez apenas obtuvieron respectivamente un 4,20 % y 1,29 % de los votos.

Desafortunadamente y a pesar que la fórmula Petro-Francia pasó muy por encima de sus contrincantes, no gana directamente debido a que el sistema electoral colombiano contempla una doble vuelta, es decir que, en los casos en que haya más de dos candidatos a la presidencia, se debe obtener más de 50% de los votos en primera vuelta para poder obtener la victoria electoral. Así los resultados, Colombia se irá a una segunda vuelta para decidir entre el Pacto Histórico y la Liga de Gobernantes Anticorrupción. ¿Qué significa esto para Colombia?

Significa que el Pacto Histórico que es una coalición que busca unir diversidades, pueblos, movimientos y fuerzas políticas para cambiar el horizonte del país, comprometida con el ambiente, la juventud, las niñeces, las mujeres, las personas LGBTQI+, el derecho a la educación pública de calidad, a la salud y a la seguridad, la lucha contra la pobreza, entre otros desafíos, debe seguir luchando más fuertemente ante una sociedad que no tiene por qué temerle al cambio, cuando ese cambio es por los derechos humanos universales de todo el pueblo colombiano.

Es necesario resistir la estrategia que pretende anclar a Colombia en el continuismo. La candidatura de Gustavo Petro y Francia Márquez plantea ahora hacer un frente que tenga la capacidad de frenar de nuevo la maquinaria uribista que se niega a entregar el gobierno, que requiere una invitación a toda la militancia a convencer -con amor, como dice Petro-, sobre la necesidad del cambio, de la necesidad de un gobierno para la vida. Por eso para el 19 de junio están todas las esperanzas puestas para la segunda vuelta, para que se expresen los derechos que nacen de las entrañas del pueblo, un pueblo llamado a confiar en sí mismo, que le dice basta al continuismo, al patriarcado y a los peores vicios de una política que no los representa ni incluye.

Desde Colombia:

Aura Isabel Mora. Miembro de la Universidad de la Tierra y Memoria OFB. Directora del Centro de Investigación y Formación Popular  CIF.

Dra. Analía Eliades. Docente investigadora Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. 

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