PRENSA

Por Carlos Ciappina*

El 15 de setiembre de 1997 la Unión Interparlamentaria adoptó la Declaración Universal de Democracia. Para el 2008 la Organización de las Naciones Unidas votó en su Asamblea General conmemorar todos los 15 de setiembre el Día Internacional de la Democracia.

La Democracia es muchas cosas a la vez: es por supuesto un imperativo ético, un ideal a alcanzar basado en la persistente idea de que son los pueblos los que deben auto-gobernarse y que es en los pueblos en donde reside la verdadera soberanía política.

Pero al mismo tiempo, la Democracia es mucho más que una forma de elegir gobiernos; la Democracia es un modo de organización social que se basa en el principio que todas las decisiones que son relevantes para la vida de una comunidad –barrial, urbana, regional, nacional – deben tomarse y decidirse en forma colectiva, en los  modos del diálogo y los mecanismos que promuevan la participación de les ciudadanes en los niveles de gobierno, de las organizaciones de la sociedad civil y las organizaciones empresariales.

La Democracia es entonces un imperativo ético, un modo de elección política y  una forma de vida. Por todo ello, la Democracia será siempre incompleta si no toma en cuenta que las formas de participación política y social que la vida democrática exige, están amenazadas por las profundas desigualdades económico-sociales. La democracia sólo puede sostenerse pues en la búsqueda del ideal de la igualdad y la equidad. Una distribución cada vez más equitativa de los bienes materiales y simbólicos es una condición indispensable para que se profundice la democracia.

La Democracia pierde totalmente su sentido si no se basa en el cumplimiento, el sostén y la ampliación de los Derechos Humanos.  El acceso a un sistema judicial transparente y  justo; la certeza de que nadie será reprimido por sus opiniones; el derecho a manifestarse pacíficamente a toda autoridad, son principios básicos sin los cuales no hay democracia efectiva. Ni que hablar de las sociedades en donde la discriminación por raza, por elección de género o por motivos religiosos está aún presentes por ley.

En nuestra América Latina el ideal democrático ha sido una constante en los deseos, el sentir y la búsqueda de los pueblos. Por desgracia, no ha sido la constante en las elites, las Fuerzas Armadas y de seguridad y las grandes corporaciones. Nuestras democracias están todavía en construcción y pese a los avances de los gobiernos populares, nuestras democracias siguen amenazadas por la profunda desigualdad, la pobreza estructural, la desesperación de los/as que nada tienen y las presiones antidemocráticas de elites que han apostado durante décadas a la construcción de sociedades excluyentes, autoritarias, discriminadoras.

Nuestras democracias latinoamericanas nacieron con dificultad , luchando por la Independencia, se construyeron dolorosamente batallando contra golpes de Estado y Dictaduras, y hoy buscan constituirse desde proyectos nacionales, populares, democráticos y feministas en lucha contra el poder antidemocrático de las corporaciones económicas, los medios hegemónicos de comunicación y las instituciones conservadoras,  en una tríada que propone capturar la palabra, negar la justicia y aumentar la inequidad.

Por eso debemos celebrar la Democracia situada en nuestra América Latina  como horizonte de realización económica, social, política y cultural y proponernos construirla efectivamente día a día desde nuestros hogares, el barrio, la ciudad, las provincias, la Nación y  la Patria Grande. Una construcción que sólo será democrática si  es con todas, todos y todes.         

*Profesor y director de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

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