persona hablando frente a un microfono, detrás de él la badera de Brasil

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Ganó Lula, ganó América Latina

Por Héctor Bernardo (*)

Luiz Inácio Lula da Silva, volvió a consagrarse presidente de Brasil al vencer en el balotaje al actual mandatario, el ultraderechista Jair Bolsonaro. El triunfo del líder del Partido de los Trabajadores (PT), fue festejado en toda América Latina.

Para los millones de brasileños y brasileñas que votaron por Lula, su triunfo representa la esperanza de volver a transformar al gigante suramericano en aquella gran referencia que fue durante los primeros años del siglo XXI.

Durante los gobiernos del PT (entre 2003 y 2015), en Brasil se generaron 22 millones de puestos de trabajo, más de 36 millones de brasileños y brasileñas salieron de la pobreza, el poder adquisitivo de los trabajadores se incrementó, todas las personas tuvieron mayor y mejor acceso a la salud y a la educación, se implementó el plan Bolsa Familia (similar a la Asignación Universal por Hijo, de Argentina), programa con el que se asistió a 52 millones de brasileños, y la mejora en las condiciones de vida hizo que Brasil saliera del mapa del hambre que registra la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Tras el golpe de 2016 y con la llegada al gobierno en 2018 de Jair Bolsonaro todo ello cambió. El retroceso fue brutal.

Según un informe de la Red Brasileña de Pesquisa en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Red Penssan) más de 33 millones de brasileños sufran hambre y más de 125 millones padezcan inseguridad alimentaria.
Bolsonaro eliminó el programa Bolsa Familia y lo remplazó por otro denominado Auxilio Brasil, pero de mucho menor alcance.

Otros datos indican que en la actualidad el desempleo en el gigante suramericano alcanza el 11,6 %, lo que en números concretos representa a 12,4 millones de personas. A ello se suma que el 40 % de las personas que tienen trabajo se encuentran en la informalidad, es decir, 38,6 millones de brasileños y brasileñas.

Un informe de UNICEF (publicado a principios de 2022) señaló que «en Brasil, más de 18 millones de niños y adolescentes (el 34,3 % del total) viven en hogares con ingresos per cápita insuficientes para adquirir una canasta básica de bienes. Pero la pobreza en la niñez y la adolescencia es aún mayor. Esto porque, para entender la pobreza, es necesario ir más allá de los ingresos y analizar si las niñas y los niños tienen garantizados sus derechos fundamentales».

El estudio advierte que «el 61 % de las niñas y los niños brasileños viven en la pobreza, siendo pobres monetariamente y/o privados de uno o más derechos».

Una investigación del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) muestra que, en los últimos dos años, en el gigante suramericano el número de niños y niñas de 6 y 7 años que no sabía leer o escribir subió de 1,4 millones (2019) a 2,3 millones (2021), lo que representa al 40,8 % de los niños y niñas de esa edad en Brasil. Dicho de otra forma, de cada diez niños de esa edad, cuatro no aprendieron a leer ni a escribir.

Las políticas de Bolsonaro, quien definió la pandemia como «una gripecita», llevaron a que 34,6 millones de brasileños se contagiaran y 686.000 fallecieran a causa de la covid-19 (datos al 28 de septiembre de 2022). En la actualidad, en Brasil, más de cien personas mueren cada día por la pandemia.

La pérdida de soberanía en el país también se vio reflejada en las políticas de privatizaciones impulsadas por Bolsonaro y su ministro Paulo Güedes. El máximo símbolo del programa neoliberal del actual Gobierno fue la privatización Electrobras, la empresa eléctrica más grande de Latinoamérica. El Gobierno ya había anunciado que pretende privatizar 115 activos estatales.

Por todo ello no llama la atención que en su primer discurso como presidente electo Lula sostuvo: “Voy a gobernar para los 215 millones de brasileños, incluso para quienes no me votaron. No existen dos Brasil”
“Nuestro compromiso es terminar con el hambre otra vez. No podemos aceptar como normal que millones no tengan que comer”, sostuvo el mandatario electo.

Luego agregó: “Es hora de bajar las armas que jamás deberían haber sido empuñadas, las armas matan y defendemos la vida”
“Vamos a restablecer el diálogo para luchar contra el hambre y con el Legislativo, sin intentar cooptar, sino reconstruir la convivencia armoniosa y republicana”, remarcó.

La derrota de Bolsonaro es un duro golpe para los sectores que llevan como bandera la intolerancia, la violencia política, el negacionismo, la xenofobia y misoginia. Es la derrota de un discurso que habrá que seguir combatiendo día a día en cada rincón del mundo.

La elección de Lula es un triunfo para toda América Latina. Es el triunfo de los proyectos de integración. Durante los gobiernos de Lula el gigante suramericano se sumó a los BRICS (bloque conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), tuvo un rol fundamental en la nueva reestructuración del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y en el surgimiento y consolidación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Lula, Hugo Chávez y a Néstor Kirchner fueron los principales actores de aquel famoso “No al Alca”, cuando el 5 de noviembre de 2005 se rechazó el proyecto de libre comercio que Estados Unidos quería imponer en el región.
Lula y Néstor Kirchner tomaron juntos la decisión de pagar el total de las deudas que sus países tenían con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y de esa forma recuperar la independencia económica para sus países y de la mano de ella la soberanía política para poder emprender programas de justicia social.

Brasil sueña con que todas esas políticas de los primeros gobiernos de Lula sean revividas en esta tercera etapa.

El triunfo de Lula es una buena noticia para Brasil y también para toda América Latina.

(*) Director del Observatorio Latinoaméricano en Comunicación y Procesos Políticos

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