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Por Cintia Rogovsky (*)

Diez años desde aquel 6 de enero cuando recibimos la noticia de la muerte del querido maestro, amigo, compañero, formador de formadoras/e, mientras vacacionaba y visitaba amigos en su querida Neuquén.
Jorge Huergo fue muchas cosas, pero quizás la más importante por la que será recordado fue su tarea de educador. Fue un intelectual popular, un maestro, un docente universitario, un lector voraz y curioso, un buen amigo, un buen hijo, hermano, tío. Fue un militante de la comunicación popular, la educación y la universidad públicas. Fue un promotor de la democratización de la comunicación y de las aulas, del pensamiento político pedagógico latinoamericano, un viajero incansable por los senderos de las pedagogías emancipatorias. Por eso y para eso se nutrió de su formación, y del deseo de conocimiento, pulsión vital en él, que lo llevó a formarse en diversos campos: la filosofía, la teología, la comunicación, la pedagogía, el psicoanálisis, la política. Podríamos sin duda decir que Jorge fue un cultor de las pasiones alegres que alimentan la potencia de la acción, de la praxis político pedagógica.
Huergo, que había nacido sobre el final de la deçada del 50, que había pasado su “exilio interno” compartiendo, aprendiendo, enseñando, con comunidades originarias en Neuquén, que había viajado por América Latina, que había estudiado sus carreras de grado y posgrado en La Plata, encontró y construyó varios “hogares” desde los cuales desplegó su vocación formadora y amiguera: la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP fue sin duda un ámbito en el que se sintió siempre en casa, discutiendo con colegas, compañeras/os, estudiantes, formando a jóvenes en su cátedra de Comunicación y Educación, encendiendo debates, distribuyendo ideas, textos, encuentros, revistas, artículos. Trabajando, sobre todo, mucho trabajo con otras y otros.
Los Institutos Superiores de Formación Docente bonaerenses también fueron su casa, desde aquella épica reforma curricular del Nivel Superior que él impulsó, encarada durante la gestión de Adriana Puiggrós al frente de la Dirección General de Cultura y Educación, entre 2005-2007, hasta los cursos de Pensamiento Político Latioemricano y Educación dictados desde el Instituto Nacional de Formación Docente, que fueron no sólo el origen de la “Huergo Family” (nosotras/os, sus compañeras/os y amigas/os que seguimos viajando por aquellos viejos senderos, recreando y creando nuevos) sino también el germen de los módulos de Pensamiento Pedagógico Latinoamericano del PNFP “Nuestra Escuela”, sobre el final de la presidencia de Cristina Kirchner, y de sus recreaciones, en nuevas asociaciones con otras y otros educadoras/es, como las compañeras/os de la Escuela Marina Vilte de la Ctera.
Nada más lejos de Jorge Huergo que el pensamiento fosilizado, el pusilánime, el que no piensa. Homenajearlo hoy no es sólo seguir leyendo sus muy valisoos textos y legados, sino asumir el compomiso colectivo en ámbitos académicos y de educación y comunicación popular, de poner el cuerpo, que incluye el mundo intelectual y de las ideas, al servicio de las luchas por una América Latina independiente, justa, soberana, demcorática, feminista, condiciones inseparables de cualquier posibilidad de libertad.

(*) Docente FPyCS UNLP

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