presidentes latinoamericanos celebrando la unión latinoamericana

DERECHOS HUMANOS

Por Patricia Rodrigo*

«Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo en una sola nación con un sólo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene su origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un sólo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse; […] ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!

(Simón Bolívar. Carta de Jamaica. 1815).

El 24 de julio de 1783 nacía en Caracas, en el seno de una familia rica de la Venezuela colonial, Simón Bolívar, el Libertador.

Lanzado -como muchos otros jóvenes del mundo colonial hispanoamericano- a liderar las luchas por la independencia, de todos aquellos gigantes -como diría Martí-  (San Martín, Sucre, O Higgins, Juana Azurduy) será Bolívar el que tenga la conciencia más clara con respecto a buscar que el pasaje de las luchas emancipatorias finalice en una América Latina unida.

La Unión Americana no era en Bolívar un ideal vacío: era el modo de lograr un lugar entre las naciones desde donde contrarrestar los nuevos peligros colonialistas que Bolívar veía en el horizonte: Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña.

Desde 1810 hasta 1825 batalló Bolívar (junto a los grandes  libertadores latinoamericanos) en un doble objetivo: ganar la guerra independentista y construir la gran nación latinoamericana.

El Congreso Anfictiónico de Panamá, cuando Bolívar estaba – en 1826- en la cúspide de su poder, fue su último gran intento: constituir una Confederación latinoamericana con un gobierno único. Conformar una nueva y enorme nación en un pie de igualdad con las grandes potencias del mundo. Ese primer llamado a la integración latinoamericana fracasó pues asistieron sólo la Gran Colombia, México, Perú y la República Centroamericana, quedando sin representación Argentina, Chile, Brasil, Bolivia y Paraguay.

De allí en adelante dos fuerzas opuestas se enfrentaron en América Latina en relación a la unión y la integraciónuna, las fuerzas de las elites capitalistas, terratenientes y comerciales cuyos intereses estaban vinculados a los de las economías europea y norteamericana. Para esas elites, la integración era una ilusión que impedía hacer rápidos y beneficiosos negocios directamente con las potencias de la época. Así, cada elite en Buenos Aires, Montevideo, Santiago de Chile, Río de Janeiro, Carcas o Bogotá, prefirió constituir “su” pequeño país y  atarlo a la suerte de Gran Bretaña o Estados Unidos.

La otra fuerza, es la fuerza que constituyen los pueblos y los líderes populares latinoamericanos: una larga tradición iniciada por Bolívar, San Martín, Monteagudo y retomada por el líder de la independencia cubana José Martí, por pensadores como Manuel Ugarte, Carlos Mariátegui o la Reforma Universitaria de 1918. Una tradición retomada por Getulio Vargas, Juan Domingo Perón y Jacobo Arbenz, por la Revolución Cubana con Fidel y el Che y el socialismo chileno de Salvador Allende, por los gobiernos populares de principios del siglo XXI (Evo Morales, Chávez, Rafael Correa, Néstor y Cristina  Kirchner, Lula Da Silva…..). 

A las fuerzas de la disgregación y la balcanización de América Latina las han apoyado –permanentemente- las potencias centrales: con palabras, con crédito (y deuda) y con los hechos – invasiones e intervenciones violentas- cuando hizo falta, las potencias europeas y, en el siglo XX, Norteamérica, han intentado boicotear e impedir la integración creciente de América Latina. Conscientes de los riesgos para su poder, han apoyado la separación y la disgregación latinoamericana. El otro modo de coartar una integración emancipadora, fue la creación de instituciones “panamericanas” (como la OEA; el TIAR o el BID), organizaciones políticas, militares y económicas que bajo un falso paraguas de “igualdad de las naciones del hemisferio americano” han sido y son, en realidad la expresión de las necesidades de la política exterior de los Estados Unidos en relación a los países latinoamericanos.  

Podríamos afirmar entonces que, todo proyecto económico-social elitista, excluyente y de “apertura” indiscriminada al exterior es hoy, un proyecto que profundiza la desintegración, la disgregación y traba la complementación latinoamericana para beneficio de la economía globalizada y las elites internas asociadas a ella.

Por otro lado, hoy, como resultado de las coincidencias políticas de la primera década del siglo XXI; se ha ido constituyendo una integración cada vez más “latinoamericana”: la Cumbre de las Américas de 2005 en Mar del Plata mostró -con el sepultamiento del ALCA de la mano de Lula, Kirchner y Chávez; junto a Uruguay y la mayoría de los países latinoamericanos, que el ideal de la unión latinoamericana estaba completamente vivo. La ampliación del MERCOSUR (con Venezuela y Bolivia); la creación de la UNASUR en 2008 (la Unión de Repúblicas del Sur); la creación del ALBA TCP (2004) y la ampliación y consolidación de la CELAC (2011), mostraron que de la mano de proyectos políticos nacionales, populares e inclusivos se podía fortalecer y ampliar la integración latinoamericana.

Hoy, la fortaleza de esa integración “nuestra” está nuevamente en riesgo: las elites y sus aliados externos han vuelto a dar la lucha (por el voto como en la Argentina o por la fuerza como en Paraguay, Brasil y con los intentos destituyentes de Venezuela) para apropiarse del Estado e intentar dar marcha atrás el reloj de la integración. Los gobiernos anti populares de Argentina y Brasil han suspendido del Mercosur a Venezuela, han desarticulado la UNASUR  e intentan reinstalar a la OEA (esa organización “inventada” por los EEUU) como la única Organización que dirima los conflictos latinoamericanos.

Hoy, 24 de julo de 2018 los procesos de integración asociados a la democracia, la inclusión social y la redistribución de la riqueza están en riesgo.

 Pero también, quizás como nunca antes en nuestra historia las experiencias de las dos primeras décadas de este siglo han calado hondo en los pueblos, mostrando las posibilidades auspiciosas de la integración. El fiel de la balanza no se ha decidido aún, pero podemos decir que el sueño de Bolívar, Martí, Ugarte, Perón,  Fidel, Chávez, Néstor Kirchner y tantos/as más está vivo.

Tarde o temprano, América Latina se constituirá como lo que es: una sola gran Nación compuesta de múltiples Repúblicas. Una Patria Grande con una sociedad donde quepamos todos/as.  

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