La sanción de la Ley de Identidad de Género instaló, bajo un marco jurídico, la posibilidad de que las personas puedan tener autonomía sobre sus cuerpos y decidir sobre sí mismas. Se cumplen 8 años de que los tiempos de silencios y hostilidades se empezaron a romper, para dar lugar a que proyectos emancipatorios tengan la oportunidad histórica de desarrollarse.

Dicha legislación, vino a proponer nuevos paradigmas de respeto y entendimiento, dado que entiende a la identidad de género como «la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo». De esta forma, se desmontó la lógica histórica, social y cultural binaria y reduccionista que obliga a las personas a optar por dos únicas alternativas, ofreciendo nuevos sentidos que invitan a pensar discursos y prácticas que traman otra realidad social posible.

La Ley de Identidad de Género es el resultado de una incansable lucha puesta en marcha por los movimientos de diversidad y disidencias junto a distintos organismos y organizaciones políticas, sociales, culturales y académicas. Asimismo, damos cuenta que con la Ley no alcanza. Aún se necesita el compromiso y el trabajo de los distintos ámbitos, instituciones y quienes integran la sociedad, para romper las fronteras que limitan la igualdad que estamos dispuestos/as/es a aceptar.

Es por esto que debemos fortalecer nuestra democracia, que tras su ilusión de libre elección esconde la aceptación de un sistema de violencias ya establecido. Fortalecerla pensando al espacio público y político habitado por cuerpos que no importaban y eran expulsados de los medios de producción, aunque siempre estuvieron allí. Y fortalecerla, esencialmente, con estas leyes que vienen a reparar e invitar a vivir en mayor libertad, a quienes estuvieron siempre en el fondo de la historia.

Secretaría de Género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.