PRENSA

Por Patricio Lorente*

El Día de Internet, que desde hace algunos años se fusionó con el Día Mundial de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información, nació en medio del optimismo que generó la explosión de recursos en red de los primeros años de la Web 2.0 y auguraba que la expansión de la red y la mayor accesibilidad oficiaría como una poderosa fuerza democratizadora entre las sociedades y hacia el interior de las mismas.

Unos años después es difícil compartir ese optimismo inicial. La Internet ha sido capturada por un puñado de corporaciones que detentan más poder que la mayor parte de los Estados Nacionales, que controlan desde la infraestructura de la red y el acceso básico, hasta la producción y distribución de contenidos.

La mayor parte de la Web ha sido privatizada Casi todos los espacios de participación pública se asemejan a los espacios de circulación de un gran centro comercial: en apariencia son lugares públicos, pero la lógica de uso y las normas que lo regulan son las del mercado. Y ni hablar de las fake news, de la infodemia, de la capacidad de esas mismas corporaciones de procesar cantidades enormes de información para manipular la opinión pública y los consumos individuales, de la intromisión de poderes públicos y privados sobre la esfera íntima de nuestras vidas.

Sólo hay dos focos claros de resistencia, que además comparten los mismos principios: por un lado está Wikipedia, la gigantesca enciclopedia colaborativa escrita por voluntarios, que se ha convertido en la mayor obra de consulta de la historia de la humanidad; y por otro lado, el creciente corpus de conocimiento científico que se publica bajo los principios del acceso abierto, bajo el liderazgo, fundamentalmente, de las universidades que alrededor del mundo sostienen la necesidad de la comunicación pública y la colaboración a escala global para el desarrollo del conocimiento.

Nuestra Universidad ha sido pionera en Argentina y América Latina en la adopción de los principios del acceso abierto: es nuestra convicción que el conocimiento es un bien público, y que todas las personas tienen derecho a participar no sólo de su goce sino también de su producción. Preservar la idea originaria de Internet como un espacio de colaboración abierto es fundamental para que estos derechos se garanticen.

Y hay que garantizarlos también desde el acceso, sin el cual todo lo demás carece de sentido. Esta época tan extraña, signada por la pandemia y el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, ha puesto de manifiesto que el acceso a Internet no puede estar liberado a los designios del mercado: hoy debe ser considerado un servicio público esencial. La falta de acceso profundiza las desigualdades en una sociedad que ya padece niveles dramáticos de desigualdad. En estos tiempos carecer de acceso a Internet es carecer de acceso a la educación, al conocimiento, a la cultura y al esparcimiento.

*Secretario General de la Universidad Nacional de La Plata y autor del libro “El conocimiento hereje, una historia de Wikipedia”.

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